Página 376 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
El Señor no desea que renunciemos a nuestra individualidad. Pero,
¿qué hombre es juez adecuado para saber hasta dónde debe llevarse
este asunto de la independencia individual?
Pedro recomienda a sus hermanos: “Igualmente, jóvenes, estad
sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de
humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los
humildes”.
1 Pedro 5:5
. También el apóstol Pablo exhorta a sus her-
manos filipenses a tener unidad y humildad: “Por tanto, si hay alguna
consolación en Cristo, si algún consuelo de amor, si alguna comu-
nión del Espíritu, si algún afecto entrañable, si alguna misericordia,
completad mi gozo, sintiendo lo mismo, teniendo el mismo amor,
unánimes, sintiendo una misma cosa. Nada hagáis por contienda o
por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los
demás como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo
suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros. Haya, pues,
en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”.
Filipenses
2:1-5
. Y Pablo vuelve a exhortar así a sus hermanos: “El amor sea
sin fingimiento. Aborreced lo malo, seguid lo bueno. Amaos los
unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos
los unos a los otros”.
Romanos 12:9, 10
. “Someteos unos a otros en
el temor de Dios”.
Efesios 5:21
.
La historia de los israelitas nos presenta el grave peligro del en-
gaño. Muchos no se dan cuenta del carácter pecaminoso de su propia
naturaleza ni de lo que es la gracia del perdón. Están en las tinieblas
de su naturaleza, sujetos a tentaciones y gran engaño. Viven lejos
del Señor; y sin embargo están muy satisfechos de su vida cuando
Dios aborrece su conducta. Esta clase de personas guerreará siem-
pre contra la dirección del Espíritu de Dios, especialmente con la
reprensión. No quiere ser perturbada. Ocasionalmente experimenta
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temores egoístas y buenos propósitos y a veces pensamientos de
ansiedad y convicción; pero no tiene experiencia profunda porque
no está ligada con la Roca eterna. Esta clase de personas no ve nunca
la necesidad del testimonio claro. El pecado no le parece tan grave,
porque no anda en la luz como Cristo está en la luz.
Hay aún otra clase de personas que tiene gran luz y convicción
especial, y una verdadera experiencia en la obra del Espíritu de Dios.
Pero la han vencido las múltiples tentaciones de Satanás. No aprecia
la luz que Dios le ha dado. No escucha las amonestaciones y repren-