Página 380 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
la vida práctica. Hablo de personas a quienes conozco. Su carácter
se ha torcido tanto por la indulgencia, la adulación y la indolencia
que son inútiles para esta vida. Siendo así, ¿qué se puede esperar
de ellos para aquella vida donde todo es pureza y santidad, y donde
todos tendrán un carácter armonioso? He orado por estas personas;
les he hablado personalmente. Pude ver la influencia que ejercerían
sobre otras mentes, al inducirlas a ser vanidosas, a desvivirse por la
indumentaria y a descuidar sus intereses eternos. La única esperanza
que hay para esta clase de personas consiste en que presten atención
a sus caminos, humillen su corazón vano y orgulloso delante de
Dios, confiesen sus pecados y se conviertan.
La vanidad en el vestir como el amor a la diversión es una gran
tentación para los jóvenes. Dios tiene sobre éstos derechos sagrados.
Exige todo el corazón, toda el alma, todos los afectos. La respuesta
que se da a veces a esta declaración es: “¡Oh, no profeso el cristianis-
mo!” ¿Qué importa si no lo hacéis? ¿No tiene Dios sobre vosotros
los mismos derechos que sobre el que profesa ser su hijo? Debido
a que os atrevéis a descuidar las cosas sagradas, ¿pasará el Señor
por alto vuestro pecado de negligencia y rebelión? Cada día en que
despreciéis el derecho de Dios y toda oportunidad de misericordia
que menospreciéis, serán cargados a vuestra cuenta y aumentarán
la lista de pecados que se presentará contra vosotros en el día en
que se investiguen las cuentas de cada alma. Me dirijo a vosotros,
jóvenes y niñas, sea que profeséis o no el cristianismo. Dios exige
vuestros afectos, vuestra gozosa obediencia y devoción. Tenéis ahora
un corto tiempo de gracia y podéis aprovechar esta oportunidad para
entregaros incondicionalmente a Dios.
La obediencia y la sumisión a los requerimientos de Dios son las
condiciones que expone el apóstol inspirado, por las cuales llegamos
a ser hijos de Dios y miembros de la familia real. Jesús ha rescatado
por su propia sangre, del abismo y la ruina a la cual Satanás los
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obligaba a ir, a todo niño y joven, y a todo hombre y mujer. Debido
a que los pecadores no aceptarán la salvación que se les ofrece
gratuitamente, ¿quedarán libres de sus obligaciones? El hecho de
que decidan permanecer en pecado y audaz transgresión, no reduce
su culpabilidad. Jesús pagó un precio por ellos y le pertenecen. Son
su propiedad; y si no quieren obedecer a Aquel que dio su vida por
ellos, y dedican su tiempo, fortaleza y talento al servicio de Satanás,