Página 384 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El fiel Abraham
Mis pensamientos se remontan al fiel Abraham, quien, en obe-
diencia a la orden divina que le fuera dada en visión nocturna en
Beerseba, prosigue su viaje junto con Isaac. Ve delante de sí la mon-
taña que Dios le había prometido señalar como lugar donde debe
ofrecer su sacrificio. Saca la leña del hombro de su siervo, y la pone
sobre Isaac, el que ha de ser ofrecido. Ciñe su alma con firmeza y
severidad llena de agonía, dispuesto a realizar la obra que Dios le
exige que haga. Con corazón angustiado y mano enervada, toma el
fuego, mientras que Isaac le pregunta: “Padre mío... He aquí el fuego
y la leña; mas ¿dónde está el cordero para el holocausto?”
Génesis
22:7
. Pero, oh, Abraham no puede decírselo en ese momento. El
padre y el hijo construyen el altar, y llega para Abraham el terrible
momento de dar a conocer a Isaac lo que ha hecho agonizar su alma
durante todo el largo viaje, a saber, que Isaac mismo es la víctima.
Isaac ya no es un niño; es un joven adulto. Podría rehusar someterse
al designio de su padre, si quisiera hacerlo. No acusa a su padre de
locura, ni siquiera procura cambiar su propósito. Se somete. Cree en
el amor de su padre y sabe que no haría el terrible sacrificio de su
único hijo si Dios no se lo hubiera ordenado. Isaac queda atado por
las manos temblorosas y amantes de su padre compasivo, porque
Dios lo ha dicho. El hijo se somete al sacrificio, porque cree en la
integridad de su padre. Pero, cuando está listo, cuando la fe del padre
y la sumisión del hijo han sido plenamente probadas, el ángel de
Dios detiene la mano alzada de Abraham que está por matar a su
hijo, y le dice que basta. “Conozco que temes a Dios, por cuanto no
me rehusaste tu hijo, tu único”.
vers. 12
.
Este acto de fe de Abraham ha sido registrado para nuestro be-
neficio. Nos enseña la gran lección de confiar en los requerimientos
de Dios, por severos y crueles que parezcan; y enseña a los hijos a
someterse enteramente a sus padres y a Dios. Por la obediencia de
Abraham se nos enseña que nada es demasiado precioso para darlo
a Dios.
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