Página 429 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Independencia individual
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ha introducido este mismo espíritu en su experiencia y en su vida
religiosa. No siempre ha estado en armonía con la obra de Dios
como es llevada adelante por sus hermanos de América del Norte.
No ha visto las cosas como ellos las ven ni se ha identificado con
su manera de proceder. Usted ha estado muy poco familiarizado
con la tarea en sus distintos departamentos. No ha sentido mucho
deseo de conocer las diferentes ramas de la obra. Ha mirado la obra
con suspicacia y desconfianza, como también a los dirigentes es-
cogidos por Dios para llevarla adelante. Ha estado más dispuesto a
cuestionar y suponer y sentir celos de aquellos sobre quienes Dios
ha colocado las responsabilidades más pesadas de su obra, que a
investigar y vincularse con la causa de Dios para familiarizarse con
su funcionamiento y progreso.
Dios vio que usted no estaba en condiciones de ser un pastor, un
ministro de justicia para proclamar la verdad a otros, hasta que fuera
un hombre completamente transformado. Permitió que usted pasase
por verdaderas pruebas y sintiera privación y necesidad, para que
pudiera saber cómo ejercer compasión y apoyo, así como tierno amor
hacia los infortunados y oprimidos, y por los que sufren necesidad y
pasan por pruebas y aflicción.
Mientras usted oraba en su aflicción pidiendo la paz en Cristo,
una nube negra parecía oscurecer su mente. El descanso y la paz no
vinieron como usted lo esperaba. A veces su fe parecía ser probada
hasta lo sumo. Al mirar usted a su vida pasada, veía tristeza y chas-
cos; al contemplar el futuro, todo era incertidumbre. La Mano divina
lo condujo maravillosamente para llevarlo a la cruz y enseñarle que
Dios ciertamente es un galardonador de aquellos que lo buscan di-
ligentemente. Las personas que piden correctamente recibirán. El
que busca con fe encontrará. La experiencia ganada en el horno
de prueba y aflicción vale más que todos los inconvenientes y la
experiencia dolorosa que cuesta.
Las oraciones que usted ofreció en su soledad, su cansancio
y sus pruebas, Dios las contestó no siempre de acuerdo con sus
expectativas, pero sí para su bien. Usted no tenía una opinión clara
y correcta de sus hermanos, ni se veía a usted mismo en una luz
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correcta. Pero en la providencia de Dios, él ha obrado para contestar
las oraciones que usted ha ofrecido en su angustia y salvarlo, para la
gloria de su divino nombre. Desconociéndose a usted mismo, pidió