Página 436 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
estricta, la pureza, la integridad, el amor y la noble generosidad. Un
rostro agradable en el cual se refleja el amor, con modales amables
y corteses, hará más, además de los esfuerzos desde el púlpito, de lo
que puede hacer el trabajo en el escritorio sin estas virtudes. Convie-
ne que cultivemos una deferencia hacia el juicio de otras personas
cuando, en mayor o en menor medida, dependemos absolutamen-
te de ellas. Debiéramos cultivar la verdadera cortesía cristiana y
una compasiva ternura, aun hacia los casos más rudos y difíciles
de la humanidad. Jesús vino de las cortes puras del cielo para sal-
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var precisamente a personas como esas. Usted cierra su corazón
demasiado pronto a muchos que aparentemente no tienen interés
en el mensaje que usted lleva, pero que todavía son súbditos de la
gracia y preciosos a la vista del Señor. “El que gana almas es sabio”.
Proverbios 11:30
. Pablo se hizo todas las cosas a todos los hombres
si por algún medio podía salvar a alguno. Usted debe adoptar una
posición similar. Debe renunciar a su independencia. A usted le falta
humildad en su manera de pensar. Necesita la influencia suavizadora
de la gracia de Dios sobre su corazón, para no irritarse sino suavizar
su camino a los corazones de los hombres, aunque esos corazones
puedan estar afectados por el prejuicio.
La causa de Dios necesita grandemente hombres concienzudos,
hombres que abunden en celo, esperanza, fe y valor. No son los
hombres obstinados los que pueden enfrentar las demandas para
este tiempo, sino los hombres sinceros, responsables. Tenemos de-
masiados ministros susceptibles que son débiles en su experiencia,
deficientes en las virtudes cristianas, que carecen de consagración
y se desaniman fácilmente; que procuran intensamente gratificar
su propia voluntad y son perseverantes en sus esfuerzos para cum-
plir sus propios propósitos egoístas. Tales hombres no satisfarán
las demandas para este tiempo. En estos últimos días necesitamos
hombres que estén siempre alertas. Se necesitan soldados de la cruz
que sean sinceros en su amor por la verdad y que estén dispuestos a
trabajar sacrificadamente si así pueden promover la causa de Dios y
salvar almas preciosas. Se necesitan hombres en este trabajo que no
murmurarán ni se quejarán ante las dificultades o pruebas, sabien-
do que esto es parte del legado que Jesús les ha dejado. Debieran
estar dispuestos a salir del campamento y sufrir oprobios y llevar
cargas como buenos soldados de Cristo. Llevarán la cruz de Cristo