Página 441 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

Evitar las discusiones
437
nalmente y para comparar la Escritura con la Escritura, se habrían
quedado encantados con su claridad y la habrían aceptado.
Nuestros ministros han sido muy indiscretos al publicar al mundo
los sofismas arteros del error, provistos por hombres intrigantes para
encubrir la verdad solemne y sagrada de Jehová y hacerla de ningún
efecto. Estos hombres taimados que están al acecho para engañar
a los incautos dan la fuerza de su intelecto a la tarea de pervertir
la Palabra de Dios. Los inexpertos e ingenuos son engañados para
su ruina. Ha sido un gran error publicar todos los argumentos con
los que los oponentes batallan contra la verdad de Dios, porque
al hacerlo se les provee a mentes de todo tipo argumentos en los
cuales muchos de ellos nunca habían pensado. Muchos deben rendir
cuentas por este liderazgo imprudente.
Los argumentos contra la verdad sagrada, sutiles en su influen-
cia, afectan a mentes que no están bien informadas en cuanto a la
fuerza de la verdad. La sensibilidad moral de la comunidad en ge-
neral está embotada por la familiaridad con el pecado. El egoísmo,
la deshonestidad y los diversos pecados que prevalecen en esta era
degenerada han embotado los sentidos hacia las cosas eternas, de
modo que la verdad de Dios no es discernida. Al dar publicidad a
los argumentos erróneos de nuestros oponentes, la verdad y el error
se colocan en un mismo nivel en sus mentes, cuando, si pudieran
tener la verdad ante ellos en su claridad por suficiente tiempo co-
mo para ver y comprender su carácter sagrado y su importancia,
[470]
se convencerían de los fuertes argumentos en su favor y entonces
estarían preparados para enfrentar los argumentos propugnados por
los opositores.
Aquellos que están tratando de conocer la verdad y comprender
la voluntad de Dios, que son leales a la luz y celosos en el desem-
peño de sus deberes diarios, seguramente conocerán de la doctrina
porque serán guiados a toda verdad. Dios no promete, por los actos
magistrales de su providencia, traer irresistiblemente a los hombres
al conocimiento de su verdad, cuando ellos no la buscan y no tienen
deseos de conocerla. Los hombres tienen el poder de apagar el Es-
píritu de Dios; queda con ellos la facultad de elegir. Se les otorga
libertad de acción. Pueden ser obedientes mediante el nombre y la
gracia de nuestro Redentor, o pueden ser desobedientes y hacerse
cargo de las consecuencias. El hombre es responsable de recibir o