Página 447 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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La autoridad de la iglesia
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A la luz de la ley, Pablo se dio cuenta de que era pecador. Com-
prendió que había estado transgrediendo la misma ley que él pensaba
haber guardado tan celosamente. Se arrepintió y murió al pecado, se
hizo obediente a las exigencias de la ley de Dios y tuvo fe en Cristo
como su Salvador; fue bautizado, y predicó a Jesús tan ferviente y
celosamente como antes le había condenado. En la conversión de
Pablo se nos presentan principios importantes que siempre debemos
recordar. El Redentor del mundo no sanciona que en asuntos reli-
giosos la experiencia y la acción sean independientes de su iglesia
organizada y reconocida, donde ésta existe.
Muchos tienen la idea de que sólo son responsables ante Cristo
por su luz y experiencia, independientemente de sus seguidores reco-
nocidos en el mundo. Pero esto Jesús lo condena en sus enseñanzas,
en los ejemplos y en los hechos que dejó para nuestra instrucción.
Allí estaba Pablo, un hombre a quien Dios iba a preparar para una
obra muy importante, a saber, la de ser vaso escogido para él, llevado
directamente a la presencia de Cristo; sin embargo, no le enseñó
las lecciones de verdad. Lo detuvo en su carrera y lo convenció; y
cuando él preguntó: “¿Qué quieres que haga?” el Salvador no se lo
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dijo directamente, sino que lo puso en relación con su iglesia. Sus
miembros le habían de decir lo que debía hacer. Jesús es el amigo del
pecador; su corazón está siempre abierto; siempre se conmueve por
la desgracia humana, él tiene toda potestad tanto en el cielo como en
la tierra, pero respeta los medios que instituyó para iluminar y salvar
a los hombres. Ordenó a Saulo que fuera a la iglesia, reconociendo
así el poder con que la invistió como conducto de luz para el mundo.
Ella es el cuerpo organizado de Cristo en la tierra, y es necesario
respetar sus ordenanzas. En el caso de Saulo, Ananías representa a
Cristo; también representa a los ministros de Cristo en la tierra, que
han sido designados para actuar en lugar de Cristo.
Saulo era un maestro erudito en Israel; pero mientras está bajo
la influencia del error ciego y el prejuicio, Cristo se le revela, y
luego lo coloca en comunicación con su iglesia, que es la luz del
mundo. Ellos deben instruir en la religión cristiana a este orador
culto y popular. En el lugar de Cristo, Ananías toca sus ojos para que
puedan recibir la vista; en el lugar de Cristo, coloca sus manos sobre
él, ora en el nombre de Cristo, y Saulo recibe el Espíritu Santo. Todo
se hace en el nombre y con la autoridad de Cristo. Cristo es la fuente.