Página 458 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Con Dios no se juega. Puede soportar por largo tiempo a los seres
humanos, pero visitará sus transgresiones y pronunciará sentencia
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sobre cada uno según hayan sido sus obras. Aunque los hombres
puedan hablar jactanciosamente y enorgullecerse de su sabiduría, un
soplo de los labios de Dios puede reducir al polvo todo su honor y
gloria. Se me mostró que el hermano B no tendrá excusa en el día de
Dios, cuando cada caso sea pesado en las balanzas del santuario. Él
sabía lo suficiente como para no haber hecho lo que hizo. Ha tenido
suficiente evidencia para determinar el carácter de la obra que Dios
nos ha encomendado. Los frutos de esta obra están ante él, lo cual él
puede ver y entender si quiere.
La confianza propia del hermano B es asombrosa y es una trampa
terrible para él. Si no vence este rasgo peligroso de su carácter,
resultará ser su ruina. Él se siente en su elemento natural cuando está
batallando y controvirtiendo puntos de doctrina; él planteará dudas
y se valdrá de evasivas y estará en desacuerdo con sus hermanos
hasta que Satanás controlará de tal modo su mente que él realmente
piense que tiene la verdad y que sus hermanos están en el error.
No permanece en la luz y no tiene la bendición de Dios, porque
constituye una parte de su religión oponerse a los puntos establecidos
del pueblo de Dios que guarda los mandamientos. ¿Están todos ellos
engañados, y el hermano B es el único hombre a quien Dios ha dado
la verdad correcta? ¿No está Dios tan dispuesto a darles a sus siervos
consagrados y abnegados una comprensión correcta de las Escrituras
como a dársela al hermano B para que comparta con ellos?
¿Prueba el hermano B su camino con este simple examen?:
“Esta luz y conocimiento que yo he encontrado, y que me coloca
en desacuerdo con mis hermanos, ¿me atrae más cerca de Cristo?;
¿hace que mi Salvador sea más precioso para mí y que mi carácter
se asemeje más al suyo?” Es un rasgo natural, pero no agradable, de
nuestros caracteres ser agudos en nuestras percepciones, y tenaces
en nuestro recuerdo de las faltas y fallas de otros.
El hermano B no trata de estar en comunión con sus hermanos;
su confianza propia lo ha inducido a no sentir ninguna necesidad
especial de estar unido. Siente que las mentes de ellos han sido
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formadas en un molde inferior a la suya y que el recibir sus opinio-
nes y consejos como algo digno de atención sería un acto de gran
condescendencia. Esta actitud de confianza propia lo ha excluido