Página 484 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
dispuesto las circunstancias como para atacar los puntos débiles en
los caracteres de estos individuos, y ellos han sido vencidos. ¡Cuán
vergonzosamente han dañado la causa de Dios! ¡Cuán plenamente
se han separado de él siguiendo sus propios corazones corrompidos,
como lo podrán testificar sus propias almas! Pero el día de Dios ma-
nifestará en el hombre la verdadera causa de todos nuestros chascos.
Dios no es culpable. Él les dio promesas animadoras bajo condicio-
nes, pero ellos no cumplieron con estas condiciones. Confiaron en
su propia fuerza y cayeron bajo la tentación.
Aquello que puede decirse de los hombres bajo ciertas circuns-
tancias no puede decirse de ellos en otras circunstancias. Las per-
sonas son débiles en poder moral y tan supremamente egoístas, tan
autosuficientes y se inflan tan fácilmente de vano orgullo, que Dios
no puede trabajar en conexión con ellas, y se las deja que se muevan
como hombres ciegos y que manifiesten tanta debilidad e insensatez
que muchos se asombran de que tales individuos hayan sido alguna
vez aceptados y reconocidos como dignos de tener alguna conexión
con la obra de Dios. Esto es justamente lo que Satanás planeó. Éste
fue su objetivo desde el momento en que los tentó primero en forma
especial para desacreditar la causa de Dios y lanzar críticas sobre
los
Testimonios
. Si hubieran permanecido donde su influencia no se
hubiera sentido en forma especial sobre la causa de Dios, Satanás
no los habría asediado tan fieramente; porque él no podría haber
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cumplido su propósito de usarlos como sus instrumentos para hacer
una obra especial.
En el progreso de la obra de Dios aquello que podría decirse en
verdad de ciertos individuos en un momento determinado no podría
decirse correctamente de ellos en otro momento. La razón de esto
es que en un mes podrían haberse mantenido inocentes, viviendo a
la altura de la mejor luz que tenían, mientras que al mes siguiente,
que les resultaba demasiado largo, son vencidos por los ardides de
Satanás y, mediante la confianza propia, caen en serios pecados y
llegan a ser incompetentes para la obra de Dios.
Las mentes están tan sujetas a cambio debido a las tentaciones
sutiles de Satanás que no es la mejor práctica para mi esposo y para
mí asumir la responsabilidad de siquiera declarar nuestras opiniones
sobre las cualidades de las personas para llenar diferentes puestos,
porque se nos hace responsables por la conducta que siguen tales in-