Página 488 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Algunos hombres de capacidad, que podrían desempeñar puestos
importantes, no saben qué espíritu los anima. La liviandad les es
tan natural como lo es para el agua correr hacia abajo. Hablan de
insensateces y bromean con niñas, mientras casi diariamente oyen las
verdades más solemnes y conmovedoras. Estos hombres tienen una
religión meramente intelectual, pero su corazón no está santificado
por las verdades que oyen. Los tales no pueden conducir a otros a la
Fuente de aguas vivas antes de haber bebido de sus raudales ellos
mismos.
No es éste un tiempo que se pueda dedicar a la liviandad, la
vanidad o las trivialidades. Las escenas de la historia de esta tierra
están por clausurarse. Las mentes a las cuales se les ha permitido
alimentar pensamientos degradantes necesitan transformarse. Dice
el apóstol Pedro: “Ceñid vuestra mente, sed sobrios, y fijad toda
vuestra esperanza en la gracia que os será dada cuando Jesucristo
se manifieste. Como hijos obedientes, no os conforméis a los malos
deseos que teníais cuando estabais en vuestra ignorancia. Antes,
como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en
toda vuestra conducta. Pues escrito está: ‘Sed santos, porque yo soy
santo’”.
1 Pedro 1:13-16 (NRV)
.
Los pensamientos deben concentrarse en Dios. Deben sujetarse
en obediencia a la voluntad del Señor. No se deben tributar ni esperar
alabanzas, porque esto tendería a fomentar en los hombres la con-
fianza propia más bien que a aumentar su humildad; a corromperlos
más bien que a purificarlos. Los que están realmente preparados y
sienten que deben desempeñar una parte en relación con la obra de
Dios, se sentirán oprimidos por su comprensión del carácter sagrado
de la obra, como un carro bajo las gavillas. Ahora es el momento
de hacer los esfuerzos más fervientes para vencer los sentimientos
naturales del corazón carnal.
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