Página 495 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El amor al mundo
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somos sostenidos por su poder prevaleciente, logramos resistir en su
nombre todopoderoso y vencer como él venció.
Es por medio de sufrimientos indecibles como nuestro Redentor
puso la redención a nuestro alcance. En este mundo no fue honrado
ni reconocido, para que por medio de su maravillosa condescen-
dencia y humillación pudiera ensalzar al hombre hasta ponerlo en
situación de recibir honores celestiales y goces imperecederos en
las cortes del Rey. ¿Murmurará el hombre caído porque el cielo
puede obtenerse únicamente mediante lucha, humillación, trabajo y
esfuerzo?
Más de un corazón orgulloso pregunta: ¿Por qué necesito humi-
llarme y arrepentirme antes de poder tener la seguridad de que Dios
me acepta y alcanzar la recompensa inmortal? ¿Por qué no es más
fácil, placentera y atrayente la senda del cielo? Remitimos a todos
los que dudan y murmuran al que fue nuestro gran Ejemplo mientras
sufría bajo las cargas de la culpabilidad humana y soportaba las más
agudas torturas del hambre. En él no había pecado. Aun más; era el
Príncipe del Cielo; pero se hizo pecado por toda la especie humana.
“Herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados;
el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros
curados”
Isaías 53:5
.
Cristo lo sacrificó todo por el hombre, a fin de permitirle ganar
el cielo. Ahora le incumbe al hombre caído demostrar que a su vez
está dispuesto a sacrificarse por amor de Cristo, a fin de obtener
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la gloria inmortal. Los que tienen un sentido justo de la magnitud
de la salvación y de su costo, no murmurarán nunca porque deben
sembrar con lágrimas y porque los conflictos y la abnegación sean
la suerte del cristiano en esta vida. Las condiciones de la salvación
del hombre han sido ordenadas por Dios. La humillación y el llevar
la cruz son provistos para que el pecador arrepentido halle consuelo
y paz. El pensamiento de que Cristo se sometió a una humillación y
a un sacrificio que el hombre nunca será llamado a soportar, debiera
acallar toda voz murmuradora. El hombre obtiene el gozo más dulce
por su sincero arrepentimiento ante Dios por la transgresión de su
ley, y por la fe en Cristo como Redentor y Abogado del pecador.
Los hombres trabajan a gran costo para obtener los tesoros de
esta vida. Sufren trabajos, penurias y privaciones para obtener alguna
ventaja mundanal. ¿Por qué debiera estar menos dispuesto el pecador