Página 494 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

490
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
y se inclinan ante Mammón. Es alarmante que sean tantos los enga-
ñados por Satanás, los que se entusiasman en su imaginación ante
las brillantes perspectivas de ganancias mundanales. Los domina la
ilusión de alcanzar felicidad perfecta si pueden adquirir honores y
riquezas en este mundo. Satanás los tienta con su cohecho seductor:
“Todo esto te daré” (
Mateo 4:9
), todo este poder, toda esta rique-
za, con lo cual puedes hacer mucho bien. Pero cuando obtienen el
objeto por el cual trabajaron, no están ya relacionados con el abne-
gado Redentor que los haría participantes de la naturaleza divina.
Retienen sus tesoros terrenales y desprecian la abnegación y los
sacrificios requeridos por Cristo. No desean separarse de los caros
tesoros terrenales a los cuales sus corazones se han aficionado. Han
cambiado de Señor; han aceptado a Mammón en lugar de Cristo.
Mammón es su dios, y a él sirven.
Por el amor a las riquezas, Satanás conquistó la adoración de
estas almas engañadas. El cambio se ha hecho tan imperceptible-
mente y el poder de Satanás ha sido tan seductor y astuto, que se
han conformado al mundo y no notan que se han separado de Cristo,
y que no son ya sus siervos sino de nombre.
Satanás obra con los hombres con más cuidado que con Cristo
en el desierto de la tentación, porque sabe que allí perdió la batalla.
Es un enemigo vencido. No se presenta al hombre directamente para
exigirle el homenaje de un culto exterior. Pide simplemente a los
hombres que pongan sus afectos en las cosas buenas de este mundo.
Si logra ocupar la mente y los afectos, los atractivos celestiales se
eclipsan. Todo lo que quiere del hombre es que caiga bajo el poder
seductor de sus tentaciones, que ame el mundo, la ostentación y los
altos puestos, que ame el dinero y ponga sus afectos en los tesoros
[527]
terrenales. Si lo logra, obtiene todo lo que pidió de Cristo.
El ejemplo de Cristo nos muestra que nuestra única esperanza
de victoria reside en resistir continuamente a los ataques de Satanás.
El que triunfó sobre el adversario de las almas en el conflicto de la
tentación, comprende el poder de Satanás sobre la especie humana,
pues lo venció en nuestro favor. Como vencedor, nos ha dado la
ventaja de su victoria, para que en nuestros esfuerzos por resistir las
tentaciones de Satanás podamos unir nuestra debilidad a su fuerza,
nuestra indignidad a sus méritos. Y si en las fuertes tentaciones