Página 493 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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El amor al mundo
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predominan nuestro interés y amor por este mundo, no apreciaremos
las cosas que sobre todas las demás, son dignas de nuestra atención.
El amor al mundo excluirá el amor a Dios, y subordinará nuestros
intereses más elevados a las consideraciones mundanales. Dios no
ocupará así en nuestros afectos y devociones un lugar tan exaltado
como las cosas del mundo.
Nuestras obras revelarán la medida exacta en la cual los tesoros
terrenales poseen nuestros afectos. El mayor cuidado, ansiedad y
trabajo se dedican a los intereses mundanales, mientras que las
consideraciones eternas son secundarias. En esto Satanás recibe del
hombre el homenaje que exigió de Cristo, pero que no alcanzó a
obtener. Es el amor egoísta del mundo lo que corrompe la fe de los
que profesan seguir a Cristo y los hace deficientes en fuerza moral.
Cuanto más aman las riquezas terrenales, más se apartan de Dios
y menos participan de su naturaleza divina, que les haría sentir las
influencias corruptoras del mundo y los peligros a los cuales están
expuestos.
Con sus tentaciones, Satanás se propone hacer muy atractivo el
mundo. Por medio del amor a las riquezas y los honores mundana-
les, ejerce un poder hechizador para conquistar los afectos aun de
aquellos que profesan ser cristianos. Muchos hombres que profe-
san ser cristianos harán cualquier sacrificio para obtener riquezas; y
cuanto mayor sea su éxito en ello, menos amor tendrán por la verdad
preciosa y menos interés por sus progresos. Pierden su amor por
Dios y obran como locos. Cuanto más prosperan en la obtención
de riquezas, tanto más pobres se sienten por no tener más, y menos
quieren invertir en la causa de Dios.
Las obras de aquellos que tienen un insano amor por las riquezas,
demuestran que no les es posible servir a dos señores, a Dios y
a Mammón. El dinero es su dios. Tributan homenaje a su poder.
En todos sus intentos y propósitos, sirven al mundo. Sacrifican su
patrimonio de honor por las ganancias mundanales.
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Este poder dominante rige su mente, y ellos violarán la ley de
Dios para servir a sus intereses personales, para aumentar su tesoro
terrenal.
Son muchos los que tal vez profesan la religión de Cristo, pero
no aman ni prestan atención a la letra o los principios de las enseñan-
zas de Cristo. Dedican lo mejor de su fuerza a empresas mundanales,