Página 497 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

La presunción
Hay quienes tienen un espíritu temerario, que ellos llaman valor
y bravura. Se colocan innecesariamente en lugares donde hay peligro
y riesgo, exponiéndose así a ciertas tentaciones que requerirán, para
salir de ellas sin perjuicio ni mancha, un milagro de Dios. La tenta-
ción que Satanás sugirió al Salvador del mundo de que se arrojara de
las almenas del templo, fue resistida firmemente. Satanás citó una
promesa de Dios como seguridad de que, basándose en ella, Cristo
podía obedecerle sin peligro. Cristo hizo frente a esa tentación con el
texto que dice: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios”.
Mateo 4:7
. La única conducta segura para los cristianos consiste
en repeler al enemigo con la Palabra de Dios. Satanás insta a los
hombres a colocarse en lugares donde Dios no les pide que vayan, y
presenta pasajes de la Escritura para justificar sus sugestiones.
Las preciosas promesas de Dios no son dadas para fortalecer
al hombre en su conducta presuntuosa, ni para que confíe en ellas
cuando se precipita innecesariamente al peligro. El Señor nos pide
que obremos dependiendo humildemente de su providencia. “Ni
del hombre que camina es el ordenar sus pasos”.
Jeremías 10:23
.
Nuestra prosperidad y nuestra vida están en Dios. Nada podemos
hacer prósperamente sin el permiso y la bendición de Dios. Él puede
poner su mano para dar prosperidad y bendecir o puede volverla
contra nosotros. “Encomienda a Jehová tu camino, y confía en él; y
él hará”.
Salmos 37:5
. Como hijos de Dios, se nos pide que conserve-
mos un carácter cristiano consecuente. Debemos ejercer prudencia,
precaución y humildad y andar con circunspección para con aquellos
que nos rodean. Sin embargo, no hemos de renunciar en ningún caso
a nuestros principios.
Nuestra única seguridad consiste en no dar cabida al diablo;
porque sus sugestiones y propósitos tienden siempre a perjudicarnos
e impedir que confiemos en Dios. Él se transforma en ángel de pureza
para poder introducir sus planes mediante sus especiosas tentaciones
de manera que no discernamos sus astucias. Cuanto más cedamos,
[530]
493