Página 519 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Liderazgo
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ahora meses adelantados en nuestro trabajo, y hace mucho tiempo
podríamos haber estado trabajando para establecer la imprenta en
la costa del Pacífico. Dios no puede ser glorificado cuando caemos
en un estado singular de lobreguez y luego permanecemos bajo esa
nube. La luz brilla, aunque no comprendamos su bendición; pero
si con toda diligencia nos esforzamos para acercarnos a la luz, y si
avanzamos tal como si brillara, pronto saldremos de la oscuridad y
encontraremos que nos rodea la luz.
En nuestro último campestre los ángeles de Dios vinieron en una
forma especial con su poder para iluminar, sanar y bendecir tanto
a mi esposo como al hermano Waggoner. Se ganó allí una victoria
preciosa que nunca debería perder su influencia. Se me mostró que
Dios, en una manera especial, había dado a mi esposo muestras de
su amor y cuidado, y también de su gracia sustentadora. Él tuvo
en cuenta su celo y devoción a su causa y al trabajo. Esto siempre
tendría que haber inducido a mi esposo a ser humilde y agradecido.
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Dios necesita soldados en su ejército. Tendrá hombres que, cuan-
do deban tomarse decisiones importantes, serán tan leales al deber
como la brújula al polo; hombres cuyos intereses especiales y perso-
nales sean absorbidos, como ocurrió con nuestro Salvador, en el gran
interés general de la salvación de las almas. Satanás juega con las
debilidades de la mente humana cada vez que se le permite hacerlo;
y se aprovecha del tiempo y el lugar exacto donde puede beneficiarse
más y realizar el mayor daño a la causa de Dios. Un descuido en
hacer lo que podríamos hacer, y que Dios requiere que hagamos en
su causa, es un pecado que no puede ser mitigado con excusas de
circunstancias o condiciones, porque Jesús ha hecho provisión para
todo en cada emergencia.
Mi hermano, al llevar a cabo la obra de Dios usted será colo-
cado en una variedad de circunstancias que requerirán serenidad y
dominio propio, pero que lo capacitarán para adaptarse a las circuns-
tancias y peculiaridades de la situación. Entonces puede actuar sin
sentirse avergonzado. Usted no debiera subestimarse en cuanto a su
capacidad para hacer su parte en las diversas demandas de la vida
práctica. Cuando sea consciente de deficiencias, póngase a trabajar
de inmediato para remediar esos defectos. No confíe en otros para
que suplan sus deficiencias, mientras usted sigue indiferente, como
si fuera natural que su manera peculiar de ser deba siempre perma-