Página 521 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Liderazgo
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Ha llegado el tiempo cuando se necesita ejercer la mayor sabiduría
respecto a la causa y la obra de Dios. Se necesita criterio para
saber cuándo hablar y cuándo guardar silencio. El deseo de ser
compadecido conduce a la imprudencia de un carácter grave al
expresar los sentimientos a otros. Su aspecto frecuentemente incita
a la compasión cuando sería mejor para usted que no la recibiera.
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Es un deber importante para todos familiarizarse con el tenor de su
conducta de día en día y los motivos que impulsan sus acciones.
Necesitan familiarizarse con los motivos particulares que impulsan
los actos particulares. Cada acción de sus vidas es juzgada, no por
la apariencia externa, sino por el motivo que la impulsó.
Todos debieran cuidar los sentidos, no sea que Satanás obtenga
la victoria sobre ellos; porque son las avenidas que conducen al
alma. Podemos ser tan severos como queramos al disciplinarnos a
nosotros mismos, pero debemos ser muy cautelosos de no empujar
las almas a la desesperación. Algunos sienten que el hermano White
es demasiado severo al hablar de manera enfática a los individuos,
al reprobar lo que piensa que está mal en ellos. Puede correr el
riesgo de no ser tan cuidadoso en su manera de reprender, de no
dar oportunidad para la reflexión; pero algunos de los que se quejan
de su manera de reprobar usan el lenguaje más cortante, reproba-
torio, condenatorio, sin criterio, para dirigirse a una congregación,
y sienten que han desahogado sus almas y hecho una obra buena.
Pero los ángeles de Dios no siempre aprueban dicha labor. Si el
hermano White le hace sentir a un individuo que no está haciendo
bien, si es demasiado severo hacia esa persona y necesita que se
le enseñe a modificar sus modales, a suavizar su espíritu, cuanto
más necesario es que sus hermanos de ministerio sientan la falta
de lógica de hacer sufrir a una gran congregación con reprensiones
cortantes y denuncias fuertes, cuando los verdaderamente inocentes
deben sufrir con los culpables.
Es peor, mucho peor, dar expresión a los sentimientos en una
gran congregación, disparando a cualquiera y a todos, que ir a los in-
dividuos que pueden haber hecho mal y reprobarlos personalmente.
El carácter ofensivo de este discurso severo, arrogante, denuncia-
torio en una reunión grande es de una índole mucho más grave a
la vista de Dios que el hecho de reprender en forma personal, in-
dividual, considerando que el número es mayor y la censura más