Página 524 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Pedidos de recursos
Se me mostró que ha habido resultados desdichados de los ur-
gentes pedidos de recursos que se han hecho en nuestros campestres.
Se ha insistido demasiado en este asunto. Muchos hombres de re-
cursos no habrían hecho nada si sus corazones no hubieran sido
ablandados y derretidos bajo la influencia de los testimonios que se
les presentaron. Pero los pobres han sido afectados profundamente
y, en la sinceridad de sus almas, han prometido recursos que habrían
deseado dar, pero que eran incapaces de pagar. En muchos casos los
pedidos urgentes de recursos han dejado una impresión errónea en
algunas mentes. Algunos han pensado que el dinero era el asunto
principal de nuestro mensaje. Muchos han ido a sus casas bendeci-
dos porque habían donado para la causa de Dios. Pero hay mejores
métodos de levantar recursos, por ofrendas voluntarias, que mediante
pedidos urgentes en nuestras grandes asambleas. Si todos siguiéra-
mos el plan de benevolencia sistemática, y si nuestros obreros que
distribuyen publicaciones y hacen obra misionera fueran fieles en
sus respectivos territorios de la obra, la tesorería estaría bien suplida
sin esos urgentes pedidos en nuestras grandes asambleas.
Pero ha habido un gran descuido del deber. Muchos han retenido
recursos que Dios reclama como suyos, y al hacerlo han robado
a Dios. Sus corazones egoístas no han dado la décima parte de
todos sus ingresos, que Dios reclama. Ni tampoco han venido a
las reuniones anuales con sus ofrendas voluntarias, sus ofrendas
de gratitud, y sus ofrendas por el pecado. Muchos han venido ante
el Señor con las manos vacías. “¿Robará el hombre a Dios? Pues
vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En
vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque
vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos
al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto,
dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los
cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde”.
Malaquías 3:8-10
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