Página 526 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

Nuestro deber hacia los desafortunados
Se me han mostrado algunas cosas con referencia a nuestro deber
hacia los desafortunados, que siento la responsabilidad de escribirlas
ahora.
Vi que en la providencia de Dios las viudas y los huérfanos,
los ciegos, los sordos, los cojos y los afligidos en una diversidad
de formas, han sido colocados en estrecha relación cristiana con su
iglesia, para probar a su pueblo y desarrollar su verdadero carácter.
Los ángeles de Dios están observando para ver cómo tratamos a
estas personas que necesitan nuestro apoyo, amor y benevolencia
desinteresada. Así es como Dios prueba nuestro carácter. Si profe-
samos la verdadera religión de la Biblia, sentiremos que tenemos
con Cristo una deuda de amor, bondad e interés en favor de sus
hermanos; y no podemos menos que evidenciar nuestra gratitud por
el amor inmensurable que nos mostró mientras éramos pecadores
indignos de su gracia, teniendo un profundo interés y un amor desin-
teresado por aquellos que son nuestros hermanos y que son menos
afortunados que nosotros.
Los dos grandes principios de la Ley de Dios son el amor su-
premo a Dios y el amor desinteresado a nuestros prójimos. Los
primeros cuatro mandamientos y los últimos seis dependen, o se
originan, en estos dos principios. Cristo explicó al intérprete de la
ley quién era su prójimo en la ilustración del hombre que viajaba
de Jerusalén a Jericó y que cayó en manos de ladrones, y a quien
le robaron, lo golpearon y lo dejaron medio muerto. El sacerdote
y el levita vieron a este hombre sufriendo, pero sus corazones no
simpatizaron con sus necesidades. Lo evitaron pasando de largo. El
samaritano vino por ese camino, y cuando vio la necesidad de ayuda
que tenía el desconocido, no preguntó si era un familiar o si era de
su país o credo, sino que se puso en acción para ayudar al sufriente,
porque había una tarea que necesitaba hacerse. Lo alivió lo mejor
que pudo, lo puso sobre su propia bestia, y lo llevó a una posada
e hizo provisión para sus necesidades a sus propias expensas. Este
522