Página 557 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Exclusividad de la familia
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experiencia ganemos, cuanto más nos acerquemos a la luz pura del
cielo, tanto mayor número de defectos discerniremos que es nece-
sario reformar en nosotros. Todos podemos hacer una buena obra
en beneficio de los demás, si procuramos el consejo de Dios y lo
seguimos con obediencia y fe. La senda de los justos es progresiva,
y va de fuerza en fuerza, de gracia en gracia, y de gloria en glo-
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ria. La iluminación divina aumentará más y más; corresponderá a
nuestros movimientos de adelanto, y nos preparará para afrontar las
responsabilidades y emergencias que nos esperan.
Cuando las pruebas los rodean, cuando el abatimiento y la som-
bría incredulidad dominan sus pensamientos, cuando el egoísmo
amolda sus acciones, no ven la necesidad que tienen de Dios, ni
de un conocimiento profundo y cabal de su voluntad. No conocen
la voluntad de Dios, ni pueden conocerla mientras viven para el
yo. Confían en sus buenas intenciones y resoluciones, y la suma
principal de sus vidas se compone de resoluciones hechas y resolu-
ciones quebrantadas. Lo que todos necesitan es morir al yo, dejar de
aferrarse a él y entregarse a Dios. Yo gustosamente los consolaría
si pudiera. Gustosamente alabaría sus buenas cualidades, buenos
propósitos y buenos actos; pero Dios no se complació en mostrárme-
los. Me presentó las cosas que les impiden ganar el carácter noble
y elevado de la santidad que necesitan para no perder el reposo ce-
lestial y la gloria inmortal que él los quisiera ver alcanzar. Aparten
los ojos de ustedes mismos y diríjanlos a Jesús. Él es todo en todos.
Los méritos de la sangre de un Salvador crucificado y resucitado
bastarán para purificarlos del menor y del mayor pecado. Con fe
y confianza, entreguen la custodia de sus almas a Dios, como a un
Creador fiel. No alberguen continuamente aprensiones y temores de
que Dios los abandonará. No lo hará nunca a menos que os aparten
de él. Cristo vendrá y morará con ustedes si le abren la puerta de su
corazón. Puede haber perfecta armonía entre ustedes y el Padre y su
Hijo, si quieren morir al yo y vivir para Dios.
¡Cuán pocos se dan cuenta de que tienen ídolos favoritos y aca-
rician pecados! Dios ve estos pecados que ustedes quizás no ven,
y obra con su podadera para separarlos de ustedes. Todos quieren
elegir por cuenta propia el proceso de purificación. ¡Cuánto les cues-
ta someterse a la crucifixión del yo! Pero cuando se somete todo
a la obra del Dios que conoce nuestras debilidades y nuestra peca-