Página 59 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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La causa en Nueva York
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a los deseos mundanos, vivamos en este siglo sobria, justa y piadosa-
mente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación
gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo, quien se dio a
sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar
para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”.
Tito 2:11-14
.
La iglesia en _____ necesita el zarandeo. Es necesaria una con-
versión completa antes que puedan estar en condiciones de trabajar.
El egoísmo, el orgullo, la envidia, la malicia, conjeturas malignas,
calumnias, murmuraciones y chismografía han sido albergados entre
ellos, hasta el punto de que el Espíritu de Dios tiene poco que ver con
ellos. Mientras que algunos que profesan conocer a Dios permanez-
can en su estado actual, sus oraciones son una abominación a la vista
de Dios. No respaldan su fe con sus obras, y habría sido mejor para
algunos que nunca hubieran profesado la verdad, antes que haber
deshonrado su profesión como lo están haciendo. Aunque profesan
ser siervos de Cristo, son siervos del enemigo de la justicia; y sus
obras testifican de ellos que no están relacionados con Dios y que
sus corazones no están en obediencia a la voluntad de Cristo. Hacen
de la religión un juego de niños; actúan como niños quisquillosos.
Los hijos de Dios, en todo el mundo, son una gran fraternidad.
Nuestro Salvador ha definido claramente el espíritu y los principios
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que debieran gobernar las acciones de aquellos que, por sus vidas
consecuentes y santas, se distinguen del mundo. El amor mutuo y
el amor supremo a su Padre celestial, debieran ejemplificarse en su
conversación y obras. La condición actual de muchos de los hijos de
Dios es como la de una familia de hijos ingratos y pendencieros.
Hay peligro de que incluso ministros en Nueva York sean de esa
clase que está siempre aprendiendo y nunca pueden llegar al cono-
cimiento de la verdad. No practican lo que aprenden. Son oidores,
pero no hacedores. Estos ministros necesitan una experiencia en la
verdad que los capacitará para comprender el carácter elevado de la
obra.
Estamos viviendo en un tiempo sumamente solemne e impor-
tante, de la historia de esta tierra. Estamos en medio de los peligros
de los últimos días. Ante nosotros hay eventos graves y temibles.
Cuán necesario es que todos los que temen a Dios y aman su ley se
humillen ante él, y se aflijan y lamenten, y confiesen los pecados
que han separado a Dios de su pueblo. Lo que debiera despertar la