Página 58 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

Basic HTML Version

54
Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
No hay sino poco poder moral en el profeso mundo cristiano.
Se ha cedido a hábitos incorrectos y se han descuidado leyes físicas
y morales, hasta que la norma general de virtud y piedad se ha
vuelto excesivamente baja. Los hábitos que rebajan la norma de
salud física debilitan la fuerza mental y moral. La complacencia
de apetitos y pasiones antinaturales tiene una influencia dominante
sobre los nervios del cerebro. Los órganos animales son fortalecidos,
mientras que el aspecto moral se debilita. Es imposible que un
hombre intemperante sea cristiano, porque las facultades superiores
son puestas en esclavitud de las pasiones.
Aquellos que han tenido luz sobre el tema de comer y vestir con
sencillez en obediencia a las leyes físicas y morales, y que se apartan
de la luz que señala su deber, rehuirán el deber en otras cosas. Si em-
botan sus conciencias para evitar la cruz que tendrán que llevar para
estar en armonía con la ley natural, violarán los Diez Mandamientos
a fin de rehuir la censura. Algunos, decididamente, no quieren so-
portar la cruz y menospreciar la vergüenza. Hay quienes se reirán de
sus principios. La conformidad con el mundo está ganando terreno
entre el pueblo de Dios, que profesan ser peregrinos y extranjeros,
que esperan y velan por la aparición del Señor. Entre los profesos
observadores del sábado en Nueva York hay muchos que están más
firmemente aferrados a las modas y concupiscencias mundanales
que a cuerpos sanos, mentes íntegras o corazones santificados.
Dios está probando a distintos individuos en Nueva York. Ha
permitido que algunos tengan un grado de prosperidad, para mostrar
lo que está en sus corazones. El orgullo y el amor al mundo los
han separado de Dios. Los principios de la verdad son virtualmente
[61]
sacrificados, mientras que profesan amar la verdad. Los cristianos
debieran despertar y actuar. Su influencia es reveladora, y moldea
las opiniones y hábitos de otros. Tendrán que llevar la pesada res-
ponsabilidad de decidir por su influencia el destino de otras almas.
El Señor, mediante verdades precisas y directas para estos úl-
timos días, está separando a un pueblo del mundo y purificándolo
para sí. Las modas orgullosas y malsanas, el amor a la ostentación y
a ser aprobados, todo debe ser dejado con el mundo si es que hemos
de ser renovados en conocimiento a la imagen de Aquel que nos
creó. “Porque la gracia de Dios se ha manifestado para salvación a
todos los hombres, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y