Página 57 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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La causa en Nueva York
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trabajaran por su propia cuenta, y no se hubieran interpuesto, tanto
las iglesias como los ministros habrían progresado en espiritualidad
y en el conocimiento de la verdad.
Muchos de nuestros hermanos y hermanas en Nueva York han
sido negligentes en cuanto a la reforma pro salud. No hay sino un
número pequeño de genuinos reformadores de la salud en el estado.
Los hermanos en Nueva York han recibido luz y discernimiento
espiritual. Pero la verdad que ha llegado al entendimiento, la luz
que ha brillado sobre el alma, que no ha sido apreciada ni estimada,
testificará contra ellos en el día de Dios. Se ha dado la verdad para
salvar a aquellos que crean y obedezcan. Serán condenados, no
porque no tuvieran la luz, sino porque la tuvieron y no caminaron
en ella.
Dios ha provisto al hombre de abundantes medios para satisfa-
cer el apetito natural. Ha esparcido ante él, en los productos de la
tierra, una abundante variedad de alimentos agradables al paladar
y nutritivos para el sistema. Nuestro bondadoso Padre celestial ha
dicho que de tales alimentos podemos “comer abundantemente”.
Podemos disfrutar de las frutas, los vegetales, los granos, sin hacer
violencia a las leyes de nuestro ser. Estos artículos, preparados en la
manera más sencilla y natural, nutrirán el cuerpo y preservarán su
vigor natural sin el uso de la carne.
Dios creó al hombre un poco menor que los ángeles y le otorgó
atributos que si se usan debidamente, lo harán una bendición para
el mundo y harán que glorifique al Dador. Pero aunque hecho a la
imagen de Dios, el hombre, por su intemperancia, ha violado los
principios y la ley de Dios en su naturaleza física. La intemperancia
de cualquier tipo entorpece los órganos perceptivos y debilita tanto el
poder del cerebro y los nervios que no se aprecian las cosas eternas,
sino que se las coloca sobre el mismo nivel que las comunes. Las
facultades superiores de la mente ideadas para propósitos elevados,
son puestas en cautiverio de las pasiones más bajas. Si nuestros
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hábitos físicos no son correctos, nuestras facultades mentales y
morales no pueden ser fuertes; porque existe una gran compatibilidad
entre lo físico y lo moral. El apóstol Pedro comprendió esto y levantó
su voz de advertencia a sus hermanos: “Amados, yo os ruego como
a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales
que batallan contra el alma”.
1 Pedro 2:11
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