Página 76 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 3 (2004)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 3
Pero si se niega a hacerlo, no veo esperanza de que llegue a ser lo
que podría ser con el debido tratamiento.
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Como lo he dicho antes, usted, mi hermana, confía en la expe-
riencia. Su experiencia determina que usted siga cierto curso de
acción. Pero lo que muchos denominan experiencia no es experien-
cia en absoluto; es simplemente hábito, o mera indulgencia seguida
ciega y frecuentemente en forma ignorante, con una determinación
firme, fija, y sin una reflexión o indagación inteligente relativa a las
leyes vigentes en el logro del resultado.
La verdadera experiencia es una variedad de experimentos cui-
dadosos hechos con la mente libre de prejuicios y no dominada
por opiniones y hábitos establecidos previamente. Los resultados
se registran con diligencia cuidadosa y con un deseo ansioso de
aprender, mejorar y efectuar una reforma en cada hábito que no esté
en armonía con leyes físicas y morales. La idea de que otros nieguen
lo que usted ha aprendido por experiencia le parece necia e incluso
cruel. Pero hay más errores que se adoptan y retienen firmemen-
te debido a ideas falsas acerca de lo que es experiencia, que por
ninguna otra causa, porque lo que generalmente se califica como
experiencia no lo es en absoluto; ya que nunca ha habido una prueba
cabal mediante un experimento real y una investigación acabada,
con un conocimiento del principio involucrado en la acción.
Se me mostró que su experiencia no es digna de confianza, por-
que es contraria a la ley natural. Está en conflicto con los principios
inmutables de la naturaleza. La superstición, mi querida hermana,
que surge de una imaginación enferma, la pone en conflicto con la
ciencia y los principios. ¿Qué cederá? Sus fuertes prejuicios e ideas
muy fijas respecto a qué curso de acción es mejor seguir referente
a usted le han impedido por largo tiempo sentirse bien. He tenido
conocimiento de su caso por años, pero me he sentido incompetente
para presentar el asunto de un modo tan claro que usted pueda verlo
y comprenderlo, y poner en práctica la luz que se le ha dado.
Hay muchos inválidos hoy que permanecerán siempre así por-
que no pueden convencerse de que su experiencia no es confiable.
El cerebro es la capital del cuerpo, el asiento de todas las fuerzas
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nerviosas y de la acción mental. Los nervios procedentes del cerebro
controlan el cuerpo. Mediante los nervios del cerebro, las impresio-
nes mentales son transmitidas a todos los nervios del cuerpo como