Página 108 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
prospere. Para ser una institución viva debe tener trabajadores vivos
y desinteresados que la conduzcan.
Hermana I, no ha sido la ayuda para su esposo que tendría que
haber sido. Ha dedicado la mayor parte de su atención a sí misma.
No se ha dado cuenta que tiene que despertar sus energías dormidas
para alentar y fortalecer a su esposo en sus tareas, o para bendecir a
sus hijos con una correcta influencia. Si hubiera sido diligente para
atender los deberes que Dios le encomendó, si hubiera ayudado a su
compañero a soportar la carga y se hubiera unido a él para disciplinar
adecuadamente a sus hijos, el orden de cosas en su familia habría
cambiado.
Pero se ha rendido a sentimientos oscuros y tristes que, en lugar
de iluminarla con la luz del sol, han traído densos nubarrones a
su morada. Ha cerrado el paso a la esperanza y a la alegría y su
influencia sobre aquellos que tendría que haber ayudado con palabras
y actos amables, ha sido depresiva. Todo esto es resultado de su
egoísmo. Ha exigido la atención y la compasión de su esposo y sus
hijos y no se ha dado cuenta de que su deber es apartar su mente
de sí misma y trabajar por la felicidad y el bienestar de ellos. Ha
permitido que la impaciencia se adueñe de usted y ya regañado a
sus hijos con rudeza. Esto los ha confirmado en el mal camino que
habían emprendido y ha cortado los vínculos de afecto que deben
unir los corazones de padres e hijos.
Le ha faltado autocontrol y ha censurado a su esposo en presencia
de sus hijos, con menoscabo de la autoridad que ambos deberían
tener sobre ellos. Ha sido muy débil. Cuando sus hijos se le han
acercado quejándose de los demás, no ha dudado en ponerse en
su favor e, insensatamente, ha censurado y culpado a quienes eran
objeto de sus quejas. Por eso, en la mente de sus hijos ha aparecido
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la disposición a murmurar contra aquellos que no les prestan la
deferencia que ellos se imaginan que merecen. Indirectamente, ha
favorecido este espíritu en lugar de silenciarlo. No se ha comportado
con sus hijos con la firmeza y la justicia debidas.
Ha pasado por pruebas. Su mente se ha visto sometida a presión.
Se ha sentido desanimada, pero ha descargado esta infelicidad injus-
tamente sobre los otros. Debe buscar la causa principal en sí misma.
No ha sabido hacer que su hogar fuera lo que debería ser ni lo que
debería haber sido. Aún está a tiempo de corregir sus faltas. Salga de