Página 131 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

Autoalabanzas
Apreciado hermano N: En la última visión se me presentó su
caso. Se me mostró que su carácter cristiano tiene defectos que
debe vencer antes de perfeccionar su santidad en el temor del Señor.
Ama la verdad, pero necesita que la verdad lo santifique. No es
soberbio o parco en hospitalidad o en el sostenimiento de la causa
de la verdad, sino que su corazón abriga cierta soberbia. Se aferra
a sus opiniones y pone sus propios juicios por encima de los de
los demás. Corre el peligro de creerse superior a sus hermanos. Es
exigente y tiende a llevar a cabo sus ideas sin tener en cuenta a sus
hermanos porque considera que su inteligencia y su experiencia son
superiores a las suyas. En este punto no aplica la orden dada por los
apóstoles: “Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien
con humildad, estimando cada uno a los demás como superiores a él
mismo”.
Filipenses 2:3
. Usted tiene sus ideas, sus propósitos y sus
planes y se imagina que nunca pueden estar equivocados.
En el gobierno de su casa siempre ha tomado sobre sus espaldas
demasiada carga. Si sus opiniones o sus planes se tuercen, en lugar de
hacer concesiones o llegar a compromisos con quienes se le oponen,
considerando que tanto ellos como usted tienen derecho a tener su
propio juicio independiente, se siente herido y humillado. No puede
soportar que su familia ponga en duda sus planes o haga sugerencias
distintas de sus opiniones. La consecuencia de este desagradable
estado es que su familia le ha sometido sus deseos y ha permitido
que haga y deshaga a su gusto para conservar la armonía en el hogar.
Por eso, su familia hace mucho que sufre pacientemente sus antojos.
Le parece que esto es la observancia apropiada de su autoridad y
considera que su gobierno es sensato y correcto.
Siempre que su obstinación por poner en práctica sus propios
juicios contra viento y marea ha puesto a sus amigos a en completa
oposición con usted y los ha obligado a sentirse menospreciados por
su arbitrariedad, ha sentido y ha creído y se ha convencido de que
toda esa oposición se debía a la instigación del enemigo. Por eso se
127