Página 20 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
manifestar sentimientos de rebeldía cuando se reprenden sus pecados
particulares. El espíritu de esta generación dice: “Decidnos cosas
halagüeñas”.
Isaías 30:10
. Pero el espíritu de profecía dice solamente
la verdad. Abunda la iniquidad y se enfría el amor de muchos de los
que profesan seguir a Cristo. No ven la maldad de su propio corazón,
y no sienten su debilidad e incapacidad. En su misericordia, Dios
descorre el velo y les muestra que hay detrás del escenario un ojo
que discierne la culpa y los motivos de sus acciones.
Se suele blanquear los pecados de las iglesias populares. Mu-
chos de sus miembros participan de los vicios más groseros, y están
sumidos en la iniquidad. Babilonia ha caído y ha llegado a ser jau-
la de toda ave inmunda y aborrecible. Los pecados más indignos
de la época hallan refugio bajo el manto del cristianismo. Muchos
proclaman que la ley de Dios ha sido abolida, y viven ciertamente
en armonía con su fe. Si no hay ley, no hay transgresión, y por lo
tanto, no hay pecado; pues el pecado es la transgresión de la ley.
El ánimo carnal es enemistad contra Dios, y se rebela contra su
voluntad. Deséchese el yugo de la obediencia, y aquel ánimo cae
inconscientemente en la iniquidad del delito. La iniquidad abunda
entre los que hablan elocuentemente de la libertad religiosa pura y
perfecta. Su conducta es aborrecible para el Señor, y son colaborado-
res del adversario de las almas. Desvían sus ojos de la luz revelada,
y las bellezas de la santidad son tan sólo sombras para ellos. Es
asombroso ver sobre qué débiles fundamentos muchísimos edifican
sus esperanzas del cielo. Se burlan de la ley del Ser infinito, como si
quisieran desafiarle y anular su Palabra. Ni siquiera Satanás con su
conocimiento de la ley divina se atrevería a hacer los discursos que
hacen desde el púlpito algunos de los ministros aborrecedores de la
ley; sin embargo, él se regocija en las blasfemias de ellos.
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Se me ha mostrado lo que es el hombre sin conocimiento de
la voluntad de Dios. Los crímenes y la iniquidad llenan su vida.
Pero cuando el Espíritu de Dios le revela el significado pleno de
la ley, ¡qué cambio se produce en su corazón! Como Belsasar, lee
inteligentemente la escritura del Todopoderoso, y la convicción se
apodera de su alma. Los truenos de la Palabra de Dios le sacan de su
letargo, y pide misericordia en el nombre de Jesús. Y Dios escucha
siempre con oído voluntario esa humilde plegaria. Nunca aparta al
penitente sin consolarlo.