Página 243 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

Oposición a las advertencias fieles
239
han hecho hasta ahora, se separan de Dios, tengan por seguro que,
cuando menos, su lengua será un mundo de iniquidad y traerá sobre
ustedes temible condenación, porque ustedes habrán sido la causa
de la perdición de muchas almas.
El deber del autocontrol
Debemos someter a rígida sujeción los apetitos de nuestra natu-
raleza animal. Esos apetitos nos fueron dados con fines importantes,
para el bien, y no para que fueran los ministros de la muerte per-
virtiéndolos y haciendo de ellos concupiscencias rebeldes. El gusto
por el tabaco, que usted, hermano G, refuerza con su indulgencia,
se ha convertido en una lujuria que va contra su alma. Un hombre
intemperante no puede ser un hombre paciente. Una indulgencia casi
imperceptible con los gustos dará lugar al gusto por estimulantes
[241]
más fuertes. Si los pensamientos, las pasiones y los gustos se mantie-
nen debidamente sujetos, la lengua estará bajo control. Pida la ayuda
de la fuerza moral y abandone para siempre el uso del tabaco. Ha
querido ocultar a los demás que usa el tabaco, pero no se lo puede
ocultar a Dios. “Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de
doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y
llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza.
Humillaos delante del Señor y él os exaltará”.
Santiago 4:8-10
. Le
comparto estas palabras en nombre de Jesús, el cual me ha encargado
esta misión. No las rechace.
Si sus malas acciones no hubiesen sido objeto de reprobación,
jamás habría rechazado los
Testimonios
. Pensó que sería más fácil
sacrificar los
Testimonios
y cerrar los ojos a la luz que Dios le ha
dado que abandonar el tabaco y dejar la vida de frívola convivencia
con los incrédulos. El proceso de purificación conlleva negación y
contención; y usted carece de fuerza moral para adquirirlas. Por lo
tanto cree excusar sus pecados no creyendo en la luz que Dios le ha
enviado. Recuerde que volverá a enfrentarse con todas estas cosas
porque están escritas en un libro, junto con todas las advertencias y
reprobaciones que Dios me ha encargado que le diera.
El hermano J es digno de compasión porque, por naturaleza, tiene
una disposición defectuosa. Tiene poca esperanza. Su incredulidad
y sus dudas controlan su juicio. Su naturaleza lo lleva a ponerse del