Página 249 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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El carácter sagrado de los mandamientos de Dios
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bargo, el que nunca defraudaría a sus semejantes, roba sin vergüenza
alguna a su Padre celestial el tiempo que ha bendecido y apartado
con un propósito especial.
Estimado hermano, sus obras difieren de la fe que profesa, y
su único argumento es la miserable excusa de la conveniencia. En
tiempos pasados, los siervos de Dios fueron llamados a dar su vida
para vindicar su fe. La conducta que lleva no armoniza con la de los
mártires cristianos, que sufrieron hambre y sed, tortura y muerte,
antes que renunciar a su religión o a los principios de la verdad.
Escrito está: “¿Qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y
no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle?”
Santiago 2:14
. Cada vez
que dedica sus manos a trabajar en sábado niega virtualmente su fe.
Las Sagradas Escrituras nos enseñan que la fe sin obras es muerta,
y que el testimonio de la propia vida proclama al mundo si se es
fiel o no a la fe que se profesa. Su conducta rebaja la ley de Dios
en la estima de sus amigos mundanos. Con ella les dice: “Podéis
obedecer los mandamientos o no obedecerlos. Yo creo que la ley
de Dios es, en cierto modo, obligatoria para los hombres; pero al
fin y al cabo, el Señor no es tan escrupuloso como para exigir una
observancia estricta de sus preceptos, y una transgresion ocasional
no es castigada con severidad de su parte”.
Muchos, al excusarse por violar el sábado, se refieren a su ejem-
plo. Arguyen que si un hombre tan bueno, que cree que el séptimo
día es el día de reposo, puede dedicarse a empleos mundanos en
ese día cuando las circunstancias parecen requerirlo, seguramente
ellos pueden hacer lo mismo sin ser condenados. Muchas almas lo
enfrentarán en el día del juicio, y presentarán su influencia como
argumento para explicar su desobediencia a la ley de Dios. Aunque
esto no los disculpará de su pecado, será un terrible cargo en su
contra.
Dios ha hablado, y quiere que el hombre obedezca. No pregunta
si le es conveniente hacerlo. El Señor de la vida y la gloria no
tuvo en cuenta su conveniencia o placer cuando dejó su puesto y
elevada jerarquía para venir a ser varón de dolores y experimentado
en quebranto, para aceptar la ignominia y la muerte a fin de librar al
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hombre de las consecuencias de su desobediencia. Jesús murió, no
para salvar al hombre
en
sus pecados, sino
de
sus pecados. El hombre
ha de abandonar el error de sus caminos, seguir el ejemplo de Cristo,