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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
preocupaciones y dudas, se vería tentado a excusarse de satisfacer
plenamente los requisitos de la ley, o, en el apremio de los negocios
mundanos, se olvidaría de su importancia y santidad. “Seis días tra-
bajarás, y harás toda tu obra” (
Éxodo 20:9
); es decir, los quehaceres
usuales de la vida, que persiguen las ganancias mundanas o el placer.
Estas palabras son muy explícitas; no puede haber error. Hermano
K, ¿cómo se atreve a transgredir un mandamiento tan solemne e
importante? ¿Ha hecho el Señor una excepción por la cual se lo exi-
me de la ley que él dio al mundo? ¿Son sus transgresiones omitidas
en libro de registro? ¿Ha convenido él en excusar su desobediencia
cuando las naciones se presenten delante de él para el juicio? No
se engañe ni por un momento con el pensamiento de que su pecado
no traerá su merecido castigo. Sus transgresiones serán castigadas
con la vara, porque usted tuvo la luz, y anduvo sin embargo en senti-
do completamente contrario a ella. “Porque el siervo que entendió
la voluntad de su señor, y no se apercibió, ni hizo conforme a su
voluntad, será azotado mucho”.
Lucas 12:47
.
Dios dio al hombre seis días para que realizara su trabajo y
llevara a cabo los quehaceres comunes de la vida; pero le pide un día
que él puso aparte y santificó. Lo da al hombre como día en el cual
pueda descansar de su trabajo y dedicarse al culto y al mejoramiento
de su condición espiritual. ¡Qué flagrante ultraje es de parte del
hombre robar el día santificado de Jehová y apropiárselo para sus
propios propósitos egoístas!
Para el hombre mortal la más grosera presunción es aventurarse
a hacer una especie de componenda con el Todopoderoso a fin de
asegurar sus propios y mezquinos intereses temporales. Emplear
ocasionalmente el sábado para los negocios seculares es una vio-
lación tan evidente de la ley como rechazarla enteramente; porque
es hacer de los mandamientos del Señor un asunto de conveniencia.
“Yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso” (
Éxodo 20:5
), resuena con
voz de trueno desde el Sinaí. Aquel que declara que las debilidades
de los padres serán castigadas en los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que le aborrecen, y que manifestará misericordia
en millares de generaciones a aquellos que le aman y guardan sus
mandamientos no aceptará ninguna obediencia parcial, ni ningún
interés dividido. No es asunto sin importancia robar a un vecino, y
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grande es el estigma impuesto al culpable de semejante acto; sin em-