Página 251 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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El carácter sagrado de los mandamientos de Dios
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las responsabilidades que le incumben. Le dirige estas solemnes
palabras: “Si retrajeres del sábado tu pie, de hacer tu voluntad en mi
día santo, y al sábado llamares delicia, santo, glorioso de Jehová;
y lo venerares, no haciendo tus caminos, ni buscando tu voluntad,
ni hablando tus palabras; entonces te deleitarás en Jehová; y yo te
haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad
de Jacob tu padre: porque la boca de Jehová lo ha hablado”.
Isaías
58:13, 14
.
Como muchos de nuestros hermanos, usted se mezcla con los
transgresores de la ley de Dios, mira los asuntos desde su punto de
vista y cae en sus errores. Dios visitará con sus juicios a aquellos
que profesan servirle y en realidad sirven a Mammón. Los que des-
precian la orden expresa del Señor para obtener ventajas personales
están acumulando desgracias futuras sobre sí mismos. La iglesia de
_____ debe preguntarse detenidamente si no ha hecho del templo
de Dios, como los judíos, un lugar de comercio. Cristo dijo: “Mi
casa, casa de oración será llamada, mas vosotros cueva de ladrones
la habéis hecho”.
Mateo 21:13
.
¿Acaso muchos de los nuestros no caen en el pecado de sacrifi-
car su religión a la ganancia mundana, conservando una forma de
piedad y, sin embargo, dedicando toda su mente a las ocupaciones
temporales? Es preciso considerar la ley de Dios por encima de todo
y obedecerla en el espíritu y en la letra. Si se considera livianamente
la Palabra de Dios, pronunciada con pavorosa solemnidad desde el
santo monte, ¿cómo se recibirán los testimonios de su Espíritu? Las
mentes que están tan entenebrecidas que no reconocen la autoridad
de los mandamientos del Señor, dados directamente al hombre, pue-
den recibir poco beneficio del débil instrumento elegido por él para
instruir a su pueblo.
Hermano, su edad no lo dispensa de obedecer los mandatos
divinos. Abrahán fue probado estrictamente en su vejez. Al afligido
anciano le parecían terribles e inoportunas las palabras del Señor;
pero no puso en duda su justicia ni vaciló en su obediencia. Podría
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haber alegado que era anciano y débil, y no podía sacrificar al hijo
que era el gozo de su vida. Podría haber recordado al Señor que
esta orden contrariaba las promesas que le había hecho respecto de
su hijo. Pero Abrahán obedeció sin una queja ni un reproche. Su
confianza en Dios fue absoluta.