Página 28 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Las grandes huestes de Israel salieron resueltamente, con alegre
triunfo, de Egipto, el lugar de su larga y cruel servidumbre. Los
egipcios no consintieron liberarlos hasta que fueron advertidos ro-
tundamente por los juicios de Dios. El ángel vengador había visitado
cada casa de los egipcios, y había herido de muerte al primogéni-
to de cada familia. Ninguno había escapado, desde el heredero de
Faraón hasta el primogénito del cautivo en la mazmorra. También
habían muerto los primogénitos del ganado de acuerdo al mandato
del Señor. Pero el ángel de la muerte pasó por alto los hogares de
los hijos de Israel y no entró en ellos.
Faraón, horrorizado por las plagas que habían caído sobre su
pueblo, llamó a Moisés y a Aarón por la noche y les ordenó que
partieran de Egipto. Ansiaba que se fueran sin demora, porque él y
su pueblo temían que a menos que la maldición de Dios se apartara
de ellos, la tierra quedaría transformada en un vasto cementerio.
Los hijos de Israel se alegraron al recibir las nuevas de su li-
bertad y se apresuraron a abandonar el lugar de su esclavitud; pero
el camino era arduo, y finalmente desfalleció su valor. Su viaje los
conducía por colinas áridas y llanuras desoladas. A la tercera no-
che, se encontraron cercados a cada lado por un desfiladero rocoso,
mientras que el Mar Rojo se extendía ante ellos. Quedaron perplejos
y deploraron mucho su condición. Le echaron la culpa a Moisés
por haberlos dirigido a ese lugar, porque creían que se habían equi-
vocado de camino. Dijeron, “éste, seguramente no es el camino al
desierto del Sinaí, ni a la tierra de Canaán prometida a nuestros
padres. No podemos seguir más lejos; ahora debemos avanzar hacia
el Mar Rojo o volvernos a Egipto”.
Además, para completar su aflicción, ¡he aquí que el ejército
egipcio les seguía la pista! El imponente ejército estaba dirigido
por el mismo Faraón, quien se había arrepentido de haber liberado
a los hebreos y temía haberlos expulsado para que llegaran a ser
una gran nación que le fuera hostil. ¡Qué noche de perplejidad y
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