Página 311 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Para los ministros
Se nos ha confiado una grande y solemne verdad. Somos respon-
sables de su difusión. Demasiado a menudo, esta verdad se presenta
con la forma de una fría teoría. Uno tras otro, los sermones sobre
los puntos doctrinales llegan a la gente que va y viene; algunos
nunca tendrán una oportunidad tan favorable para convencerse y
convertirse a Cristo. Se pierden oportunidades de oro al pronunciar
discursos elaborados que dicen más del yo que de la grandeza de
Cristo. La teoría de la verdad, sin una vida de piedad, no puede
disipar las tinieblas morales que envuelven el alma.
Las más preciosas gemas de la verdad a menudo se debilitan
por envolverlas con palabras de erudición, a la vez que falta el
poder del Espíritu de Dios. Cristo presentaba la verdad con toda su
simplicidad; consiguió alcanzar no sólo a los de posición elevada,
sino también a las personas más humildes de la tierra. El ministro
que es embajador de Dios y representante de Cristo en la tierra, que
se humilla a sí mismo para que Dios sea exaltado, poseerá la genuina
cualidad de la elocuencia. La verdadera piedad, el estrecho vínculo
con Dios y una experiencia vivida diariamente en el conocimiento
de Cristo harán que aun el tartamudo sea elocuente.
Cuando veo las carencias que sufren las iglesias jóvenes, cuando
veo y percibo su gran necesidad de piedad vital y su deficiente
experiencia religiosa, mi corazón se entristece. Sé bien que aquellos
que les llevan el mensaje de la verdad no los instruyen con propiedad
al respecto de los puntos esenciales para alcanzar la perfección de
un carácter que se refleja en Jesucristo. Hace ya demasiado tiempo
que los maestros de la verdad descuidan estos asuntos. Hablando
del evangelio, Pablo dice: “De la cual fui hecho ministro, según la
administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para
que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el misterio que
había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha
sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer
las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; que
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