Página 325 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Compasión por los descarriados
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El hermano D ha fracasado cuando tenía que haber salido victo-
rioso. Pero el compasivo ojo de Dios no lo ha abandonado. Aunque
la compasión humana pueda desvanecerse, Dios sigue amando y
apiadándose, y alarga su mano ayudadora. Si el hermano D es humil-
de, manso y sencillo de corazón, Dios levantará su cabeza y pondrá
sus pies firmes sobre la Roca de la Eternidad. “‘Porque los montes
se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi
misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará’, dijo Jehová, el
que tiene misericordia de ti”.
Isaías 54:10
.
Sometidos a juicio, ninguno de nosotros sería excusado por per-
mitir que nuestro vínculo con Dios se pierda. Él es la fuente de
nuestra fuerza, nuestro baluarte en el juicio. Cuando clamamos pi-
diendo ayuda, su mano se extiende poderosamente para salvarnos.
El hermano D debió haber sentido que, teniendo a Dios como su
padre, podía esperar y gozarse aun cuando todos sus amigos huma-
nos lo abandonaran. Le ruego que no abandone el servicio a Dios
porque un hombre débil lo haya juzgado mal, sino que se apresure
y se consagre a Dios y lo sirva con todas sus fuerzas. Dios lo ama
y él ama a Dios; sus obras deben estar en concordancia con su fe,
no importa cómo se comporten los hombres con él. Sus enemigos
pueden indicar que su posición actual es la prueba de que su jui-
cio era correcto. La conducta del hermano D ha sido precipitada
e irreflexiva. Su alma ha sido víctima del desengaño y piensa que
la herida es demasiado profunda para ser sanada. Sobre los que lo
persiguieron tan encarnizadamente recae una gran culpa. Si Dios
hubiese tratado sus retorcidos caminos y sus imperfectos caracteres
como ellos han tratado al hermano D, años ha que habrían perecido.
Pero el Dios de compasión se apiadó de ellos y no los trató según
merecen sus pecados.
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Dios fue fiel al hermano D, y éste debería responder a su mise-
ricordia, aunque el hombre haya mostrado tan poca ternura y los
sentimientos de la humanidad común. El hermano D tiene el pri-
vilegio de refugiarse en Cristo ante la rivalidad de las lenguas y
sentir que las inagotables fuentes de gratitud, satisfacción y paz es-
tán abiertas para él y son accesibles en cualquier momento. Aunque
tuviera todos los tesoros terrenales, no sería tan rico como ahora
puede ser al poder estar junto a los justos y beber hasta la saciedad
de los torrentes de salvación.