La causa en Texas
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genuinos logros y refinamiento son los que estarán más dispuestos
a admitir la debilidad de su entendimiento. No confían en ellos
mismos ni son vanidosos, sino que, puestos ante los altos logros
hasta los cuales se puede elevar su grandeza intelectual, piensan de
sí mismos que no han hecho más que empezar la ascensión. Aquel
cuyo pensamiento es superficial y sólo ha adquirido un conocimiento
preliminar y escaso, se tiene por sabio y afecta aires de importancia.
Hoy podrían ser hombres de honor y confianza, pero todos uste-
des se han sentido tan satisfechos con ustedes mismos que no han
aumentado la luz ni los privilegios que graciosamente les habían
sido concedidos. Sus mentes no se han expandido con las gracias
cristianas ni sus aficiones se han santificado con la comunión con el
Dador de la vida. La pequeñez, la mundanalidad, pone su sello en
el carácter externo y revela, sin lugar a dudas, el hecho de que han
andado según los dictados de su corazón, guiándose por sus propios
ojos y siguiendo sus propios designios.
Cuando se une a Dios y busca sinceramente su aprobación, el
hombre se eleva, se ennoblece y se santifica. El hombre, por medio
de Jesucristo, debe llevar a cabo la obra de elevación. El cielo le
dará todas las ventajas en la medida en que se refiera a asuntos
temporales o espirituales pero todo será vano a menos que esté
dispuesto a apoderarse de esas bendiciones y ayudarse a sí mismo.
Debe poner en juego todas sus fuerzas o, finalmente, será pesado
en la balanza y encontrado falto. Será considerado un fracaso en la
medida que lo sea su vida y perderá la vida futura.
Todos los que, con un esfuerzo determinado, busquen la ayuda de
lo alto y subyuguen y crucifiquen al yo tendrán éxito en este mundo
y ganarán la vida futura e inmortal. Este mundo es el campo de
labor del hombre. Su preparación para el mundo venidero depende
del modo en que desempeñe sus deberes aquí. Dios ha destinado
que sea una bendición para la sociedad; si de él depende, no puede
vivir y morir por sí mismo. Dios nos ha unido como miembros de
una familia y todos estamos obligados a aceptar esta relación. Hay
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servicios mutuos que no podemos pasar por alto sin transgredir
los mandamientos de Dios. Si vivimos, pensamos y actuamos para
nosotros mismos somos inútiles como siervos de Dios. Los títulos
altisonantes y los grandes talentos no son esenciales para ser buenos
ciudadanos o cristianos ejemplares.