Página 364 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
exhibición errónea de su parte. Su mayor pecado consistió en querer
suplantar a Dios. La posición de honor que Moisés había gozado
hasta entonces no disminuía su culpa, sino que aún la aumentaba
más. El hombre que hasta entonces era intachable, cayó. Muchos
que se encuentran en una posición parecida aducirán que su pecado
podría ser omitido a causa de su larga vida de resuelta fidelidad. Pero
no, que un hombre a quien Dios había honrado mostrara debilidad
de carácter en esa exhibición de ira era mucho más grave que si
hubiese ocupado una posición de menor responsabilidad. Moisés era
el representante de Cristo y su imagen quedó tristemente malograda.
Moisés había pecado y su fidelidad pasada no podía expiar el pecado
presente. Toda la compañía de Israel estaba haciendo historia para
las generaciones futuras. La pluma infalible de la inspiración debía
trazar esta historia con fidelidad exacta. Los hombres de todas las
épocas futuras debían ver que el Dios del cielo es un gobernante
firme que en ningún caso justifica el pecado. Moisés y Aarón debían
morir sin entrar en Canaán, sujetos al mismo castigo que cayó sobre
aquellos que se encontraban en una posición más baja. Se inclinaron
sumisos aunque con el corazón presa de una angustia indecible. Sin
embargo, su amor por Dios y su confianza en él se mantuvieron
inquebrantables. Su ejemplo es una lección que muchos leen por
encima sin sacar ninguna enseñanza de ella. El pecado no parece
pecaminoso. La propia exaltación no les parece grave.
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Muy pocos se aperciben de la pecaminosidad del pecado. Y,
sin embargo, se engañan pensando que Dios es demasiado bueno
para castigar al transgresor. Los casos de Moisés y Aarón, de David
y muchos otros, muestran que pecar de pensamiento, palabras o
acciones no es asunto seguro. Dios es un Ser de infinita compasión
y amor. En el discurso de despedida que Moisés dirigió a los hijos
de Israel dijo: “Porque Jehová tu Dios es fuego consumidor, Dios
celoso”.
Deuteronomio 4:24
. La conmovedora súplica de Moisés
pidiendo que se le permitiera entrar en Canaán fue firmemente
rechazada. La transgresión en Cades fue pública y notoria. Cuanto
más elevada era la posición del transgresor, cuanto más distinguido
era el hombre, tanto más firme era el decreto y más cierto el castigo.
Apreciado hermano, tenga cuidado. Sea fiel a la luz que brilla
sobre su senda. Pablo dijo: “Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en ser-