Página 388 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
carencia en cuanto a las buenas maneras se refiere. Todos los que se
enrolan en el trabajo misionero deberían cultivarlas.
Nuestras casas publicadoras deben mostrar prosperidad en las
ventas. Nuestro pueblo puede sostenerlas si muestran un decidido
interés por introducir nuestras publicaciones en el mercado. Pero si
el próximo año se manifiesta un interés tan escaso corno el que se
mostró en el anterior, el margen de maniobra será mínimo. Cuan-
to más amplia sea la distribución de nuestras publicaciones, tanto
mayor será la demanda de libros que expliquen las Escrituras de
verdad. Muchos se disgustan por causa de las incongruencias, los
errores y la apostasía de las iglesias, así como con los festivales,
las ferias, las loterías y numerosas invenciones que desvían fondos
de los objetivos de la iglesia. Hay muchos que buscan la luz en
las tinieblas. Si nuestros folletos y libros, que expresan la verdad
en claro lenguaje bíblico, pudieran circular ampliamente, muchos
descubrirían que son lo que desean. Sin embargo, muchos de nues-
tros hermanos actúan como si las personas debieran acudir a ellos
o a nuestras oficinas para obtener unas publicaciones que miles ni
siquiera sospechan que existen.
Dios exige a su gente que actúen como personas vivas y no sean
indolentes, perezosas ni indiferentes. Debemos llevar las publica-
ciones a las personas y urgirles que las acepten, mostrándoles que
recibirán mucho más que el valor de su dinero. Ensalzad el valor de
los libros que ofrecéis. Jamás será demasiado elevado.
Mi alma agonizaba mientras veía la indiferencia de nuestro
pueblo que, a la vez, tiene una creencia tan elevada. Se me mostró
que la sangre de muchos caerá sobre las vestiduras de aquellos que
ahora se sienten cómodos y no se aperciben de su responsabilidad por
las almas que perecen a su alrededor por falta de luz y conocimiento.
Han establecido contacto con ellas, pero nunca las han advertido,
jamás han orado con y por ellas y jamás han hecho sinceros esfuerzos
por presentarles la verdad. Se me mostró que en este punto ha habido
una terrible negligencia. Los ministros no hacen ni la mitad de
lo que podrían, por enseñar todos los puntos de verdad y deber a
las personas por quienes trabajan y en consecuencia, las personas
carecen de espíritu y permanecen inactivas. La hoguera y el catafalco
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no son medios de poner a prueba al pueblo de Dios de nuestro tiempo.
Por esta misma razón, el amor de muchos se ha enfriado. Cuando