Página 404 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

Ministros del evangelio
Hermano A: Se me ha mostrado que usted no está preparado
para trabajar con éxito en el ministerio. Hubo un tiempo en que sus
esfuerzos obtuvieron cierto grado de éxito. Sin embargo, en lugar
de inspirar en usted una honestidad y un celo mayores, causó el
efecto contrario. El sentido de la bondad de Dios debiera haberlo
empujado a continuar trabajando humildemente y a desconfiar de
usted mismo. No obstante, especialmente después de su ordenación,
empezó a sentir que ya era un ministro maduro, capaz de presentar
la verdad ante grandes auditorios, y se volvió indolente, dejó de
sentir la carga de las almas y su labor desde entonces ha sido de
muy escaso valor para la causa de Dios. Goza de fuerza física y, sin
embargo, no ve que es tan responsable del uso que le da, como el
hombre con recursos económicos es responsable del uso que da a su
dinero. No siente inclinación por el trabajo manual a pesar de que su
constitución requiere un gran desgaste físico para conservar la salud
y activar las facultades mentales. En cuanto a la salud se refiere, el
ejercicio físico sería de gran valor para nuestros ministros y siempre
que sean liberados del servicio activo en el ministerio deberían sentir
como un deber llevar a cabo trabajos físicos para el sostenimiento
de sus familias.
Hermano A, ha perdido el tiempo durmiendo, por lo que en lugar
de favorecer su salud ha sido perjudicial para ella. Las preciosas
horas que ha perdido sin hacer el bien ni a usted ni a otros, lo acusan
en el libro maestro del cielo. Se me mostró su nombre inscrito en el
epígrafe de los siervos perezosos. Su labor no superará la prueba del
juicio. Ha pasado tanto tiempo durmiendo que todas sus facultades
se han paralizado. La salud se obtiene con hábitos de vida adecuados
y se puede aumentar a interés fijo o compuesto. Pero este capital,
más precioso que ningún depósito bancario, puede ser destruido
por la intemperancia en la comida y la bebida, o permitiendo que
los órganos se oxiden por la inactividad. Es preciso abandonar la
complacencia y vencer la pereza.
400