Página 405 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Ministros del evangelio
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La razón por la que muchos ministros se quejan de enfermedad
es que no hacen ejercicio suficiente y se abandonan a los excesos
en la comida. No ven que esa conducta pone en peligro aun a
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la constitución más fuerte. Quienes, como usted, son de carácter
indolente deberían comer muy frugalmente y no rehuir el ejercicio
físico. Muchos de nuestros ministros están cavando sus tumbas con
sus propios dientes. Por causa de la carga que deben soportar los
órganos digestivos, todo el sistema sufre y el cerebro paga la factura.
Cada transgresión de las leyes de la salud tiene su repercusión en el
cuerpo.
Cuando no predicaba activamente, el apóstol Pablo se dedicaba
al ejercicio de su oficio fabricando tiendas. Se vio obligado a ha-
cerlo por haber aceptado una verdad impopular. Antes de abrazar
el cristianismo, había ocupado un cargo elevado y no dependía de
su trabajo para subsistir. Entre los judíos era costumbre que los
niños, independientemente de lo elevado de la posición social que se
esperaba que alcanzasen, aprendieran algún oficio como precaución
para evitar que un cambio de circunstancias los pusiera en situación
de no poder sostenerse por ellos mismos. De acuerdo con esta cos-
tumbre, Pablo aprendió a hacer tiendas. Una vez que sus posesiones
se hubieron gastado en el avance de la causa de Cristo y para su
propio sostenimiento, recurrió a su oficio para ganarse la vida.
No hubo hombre vivo que fuera un discípulo de Cristo más
honesto, enérgico y abnegado que Pablo. Fue uno de los mayores
maestros del mundo. Cruzó el mar y viajó aquí y allá hasta que una
gran porción del mundo hubo aprendido de sus labios la historia de
la cruz de Cristo. Sentía un ardiente deseo de llevar a los hombres
caídos hacia el conocimiento de la verdad por medio del amor del
Salvador. Su alma estaba imbuida de la obra del ministerio y sintió
dolor cuando tuvo que retirarse de su tarea para trabajar por sus
necesidades corporales. Sin embargo, se sometió a la esclavitud
del artesano para no convertirse en una carga para las iglesias que
estaban dominadas por la pobreza. A pesar de que había fundado
muchas iglesias, rechazó que lo sostuvieran porque temía que su
utilidad y éxito como ministro del evangelio pudiera verse interferida
por cualquier sospecha referente a sus motivaciones. Evitaba dar
ocasión a sus enemigos para que lo difamaran y, así, destruyeran la
fuerza de su mensaje.