Página 476 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
la codicia. Consideremos tan sólo el gran amor con que Cristo nos
amó, y nuestras ofrendas más generosas nos parecerán indignas de su
aceptación. Cuando Cristo sea el objeto de sus afectos, los que hayan
recibido su amor perdonador no se detendrán a calcular el valor del
vaso de alabastro ni del precioso ungüento. El codicioso Judas podía
hacerlo; pero el que haya recibido el don de la salvación, lamentará
tan sólo que la ofrenda no tenga más rico perfume y mayor valor.
Los cristianos deben considerarse como conductos por medio de los
cuales las misericordias y bendiciones han de fluir de la Fuente de
toda bondad hacia sus semejantes. Por medio de la conversión de
estos últimos pueden enviar al cielo ondas de gloria en las alabanzas
y ofrendas de los que han llegado así a ser sus copartícipes del don
celestial.
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