Página 478 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

474
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
ánimo humilde, si hubiesen sometido su espíritu al dominio de la
razón. Aunque los ministros de Cristo deben denunciar el pecado y
[478]
la impiedad, la impureza y la mentira, aunque son llamados a veces
a reprender la iniquidad, tanto entre los encumbrados como entre los
humildes, y a mostrarles que la indignación de Dios caerá sobre los
transgresores de su ley, no deben ser intolerantes ni tiránicos; deben
manifestar bondad y amor, y un espíritu deseoso de salvar más bien
que de destruir.
La longanimidad de Jehová enseña inequívocas lecciones de
tolerancia y amor a los ministros y a los miembros de la iglesia que
aspiran a colaborar con Cristo. Cristo relacionó consigo a Judas y
al impulsivo Pedro, no porque Judas fuese codicioso y Pedro apa-
sionado, sino para que pudiesen aprender de él, su gran Maestro, y
llegasen a ser como él, abnegados, mansos y humildes de corazón.
El vio en ambos hombres buen material. Judas poseía capacidad
financiera, que habría sido valiosa para la iglesia si hubiese recibido
en su corazón las lecciones que Cristo daba al reprender todo egoís-
mo, fraude y avaricia, aun en los asuntos pequeños de la vida. Estas
lecciones eran repetidas con frecuencia: “El que es fiel en lo muy
poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto,
también en lo más es injusto”.
Lucas 16:10
.
Nuestro Salvador trataba de convencer a sus oyentes de que un
hombre que se aprovechase de su vecino en el más pequeño detalle,
lo haría en asuntos mayores si la oportunidad le fuese favorable.
La menor desviación de la rectitud estricta quebranta las vallas y
prepara el corazón para hacer mayor injusticia. Por precepto y ejem-
plo, Cristo enseñó que la más estricta integridad debe gobernar las
acciones que ejecutamos al relacionarnos con nuestros semejantes.
“Todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros,
así también haced vosotros con ellos”.
Mateo 7:12
. Cristo estaba
continuamente describiendo la vida defectuosa de los fariseos y
reprendiéndolos. Ellos profesaban guardar la ley de Dios, mas en
sus actos diarios practicaban la iniquidad. Robaban a muchas viudas
y huérfanos lo poco que tenían, para satisfacer un avariento deseo
de ganancia.
Judas podría haber sacado beneficio de todas estas lecciones si
hubiese albergado en su corazón el deseo de ser recto; pero su afán
de adquirir riquezas y el amor al dinero llegaron a ser una fuerza que