Página 479 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La relación de los miembros de iglesia
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lo dominaba. Llevaba la bolsa que contenía los recursos destinados
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a llevar a cabo la obra de Cristo, y de vez en cuando se apropiaba
de pequeñas sumas para su propio uso. Su corazón egoísta lamentó
la ofrenda hecha por María cuando ofreció el vaso de alabastro
lleno de ungüento, y la reprendió por su imprudencia. Así, en vez
de aprender, quería enseñar e instruir a nuestro Señor acerca de cuál
era el verdadero carácter de la acción de María.
Esos dos hombres tuvieron iguales oportunidades de aprender
las continuas lecciones del ejemplo de Cristo para corregir los rasgos
pecaminosos de su carácter. Mientras oían sus eficaces reprensiones
y denuncias contra la hipocresía y la corrupción, veían que los que
eran tan terriblemente denunciados eran objeto de la labor solícita e
incansable de Cristo para reformarlos. El Salvador lloraba por sus
tinieblas y error. Manifestaba anhelos, ilimitada compasión y amor,
y exclamó sobre Jerusalén: “¡Cuántas veces quise juntar a tus hijos,
como la gallina junta sus polluelos debajo de las alas, y no quisiste!”
Mateo 23:37
.
Pedro era celoso y estaba pronto para obrar, audaz e intransi-
gente; y Cristo vio en él material que sería de gran valor para la
iglesia. Por lo tanto, relacionó a Pedro consigo a fin de que todo lo
que era bueno y valioso pudiera conservarse, y para que, mediante
sus lecciones y ejemplos, pudiese suavizar lo que era duro en su
temperamento y conducta. Si su corazón se transformaba verda-
deramente por la gracia divina, el cambio se vería en la auténtica
bondad, simpatía y cortesía que manifestaría. Jesús no era nunca
frío e intratable. Con frecuencia los afligidos penetraban en su retiro
cuando él necesitaba refrigerio y descanso; pero; tenía para todos
una mirada bondadosa y una palabra alentadora. Era un modelo
de verdadera cortesía. Pedro negó a su Señor, pero más tarde se
arrepintió y se humilló profundamente por su gran pecado; y Cristo
demostró que perdonaba a su discípulo errante al condescender en
mencionarlo por nombre después de su resurrección.
Judas cedió a las tentaciones de Satanás y traicionó a su mejor
amigo. Pedro aprendió y aprovechó las lecciones de Cristo, y llevó
a cabo la obra de reforma que se les encomendó a los discípulos
cuando su Señor ascendió al cielo. Estos dos hombres representan
las dos clases de personas que Cristo relaciona consigo, dándoles
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