Página 508 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

504
Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
fe el coraje y la fuerza de decir “no” en el momento y el lugar justos.
El pecado es pecado y la justicia es justicia. Es preciso que suene
la trompeta de alerta. Vivimos en una edad terriblemente malvada.
La adoración de Dios se corromperá a menos que haya hombres
despiertos en cada posición de responsabilidad. Ahora no es tiempo
de que nadie quede absorto en las comodidades egoístas. No se debe
permitir que ninguna de las palabras pronunciadas por Dios caigan
en tierra baldía.
Si bien algunos en Battle Creek han profesado creer los
Testimo-
nios,
no es menos cierto que los han pisoteado. Muy pocos los han
leído con interés y muy pocos les han hecho caso. La autoindulgen-
cia, el orgullo, la moda y la ostentación se mezclan con la adoración
a Dios. Él necesita hombres valientes y de acción, que no acepten la
erección de ídolos y la entrada de abominaciones sin levantar la voz
como una trompeta, mostrando al pueblo sus transgresiones y los
pecados a la casa de Jacob.
Tan pronto como Samuel empezó a juzgar a Israel, a pesar de
su juventud, reunió una asamblea del pueblo para ayunar y orar y
humillarse profundamente ante Dios. Dio el solemne testimonio
que había recibido de boca de Dios. Entonces el pueblo empezó
a aprender dónde se encontraba su fuerza. Los israelitas pidieron
a Samuel que no dejase de rogar a Dios por ellos. Sus enemigos
se habían levantado para presentarles batalla, pero Dios escuchó la
oración en su favor. Actuó por ellos y la victoria fue para Israel.
Es preciso hacer un gran trabajo en Battle Creek. Se han des-
cuidado deberes y se han traicionado las confianzas. Han llegado
hombres que no han aportado nada que fortalezca la causa, sino
que constantemente se esfuerzan por acumular en sus manos las
pocas posesiones de los otros. Así roban el tesoro de Dios. El natural
egoísmo de sus corazones se muestra siempre que se les presenta una
ocasión favorable para sacar provecho para sí a costa del infortunio
[510]
ajeno. Han actuado así con tanta impunidad que se ha alcanzado
el nivel mundano y hay muy poca diferencia entre su trato y el del
mundo.
Las responsabilidades que debe soportar nuestro pueblo en Battle
Creek son mayores que en ningún otro lugar. Todos los que decidan
vivir aquí deben hacerlo no sólo por su propia conveniencia y en
provecho propio, sino poniendo la vista en la gloria de Dios. Debe-