Página 530 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Advertencias y admoniciones
El 23 de noviembre de 1879 se me mostraron algunas cosas
relacionadas con nuestras instituciones y los peligros y deberes de
aquellos que ocupan cargos de responsabilidad relacionados con
ellas. Vi que aquellos hombres habían sido levantados para desem-
peñar una tarea especial como instrumentos de Dios de manera que
los controlara, los guiara, y los moviera su Espíritu. Tienen el deber
de responder a las exigencias de Dios y jamás deben sentir que son
dueños de sí mismos y pueden emplear su facultades como mejor y
más provechoso les parezca para ellos mismos. Aunque su propósito
sea obrar con justicia es más que probable que se equivoquen a
menos que sean aprendices constantes de la escuela de Cristo. Su
única seguridad es andar humildemente con Dios.
Los peligros acechan a cada paso y aquél cuyo porte sea el de un
conquistador podrá cantar un canto de triunfo en la ciudad de Dios.
Algunos tienen fuertes rasgos de carácter que deberán reprimir. Si
se mantienen bajo el control del Espíritu de Dios, esos rasgos serán
una bendición; si no, serán una maldición declarada. Que aquellos
que ahora están montados sobre la ola de popularidad no se vuelvan
frívolos y excitables, será un milagro de la misericordia. Si se rinden
a su propia sabiduría, como muchos otros que han gozado de su
posición, esa sabiduría se transformará en insensatez. Pero mientras
se entreguen abnegadamente a la obra de Dios, sin desviarse en lo
más mínimo, el Señor extenderá sobre ellos su brazo poderoso y será
una ayuda igualmente poderosa. “Yo honraré a los que me honran”.
1 Samuel 2:30
.
Esta es una época peligrosa para cualquiera que tenga talentos
que puedan ser útiles para la obra de Dios. Satanás despliega sus
tentaciones constantemente ante las personas, intentando que caigan
víctimas del orgullo y la ambición; de manera que, cuando Dios
desea usarlas, a menudo se han vuelto independientes y autosuficien-
tes y se sienten capaces de resistir solos. Ese será vuestro peligro,
hermanos, a menos que viváis una vida de fe y oración constantes.
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