Página 583 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La influencia de las compañías
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obligado a trabajar para ganar su pan cotidiano; porque el trabajo es
una bendición, no una maldición. La labor diligente nos preservará
de muchas trampas de Satanás, el cual “encuentra siempre algún
trabajo perjudicial para las manos ociosas”.
Ninguno de nosotros debe avergonzarse de su trabajo, por hu-
milde y servil que parezca, pues es ennoblecedor. Todos los que
trabajan, ya sea con la mente o con las manos son obreros y obreras
que cumplen con su deber y honran su religión, tanto mientras lavan
la ropa o los platos como cuando van a una reunión. Mientras las
manos se dedican al trabajo más común, la mente puede ser elevada
y ennoblecida con pensamientos puros y santos. Cuando cualquiera
de los obreros manifiesta falta de respeto por las cosas religiosas,
debe ser separado de la obra. Nadie piense que la institución depende
de él.
Los que han estado empleados largo tiempo en nuestras institu-
ciones debieran ser ahora obreros responsables, dignos de confianza
en todo lugar, tan fieles al deber como la brújula al polo. Si ellos hu-
biesen aprovechado debidamente sus oportunidades, ahora podrían
tener un carácter simétrico y una profunda y viva experiencia en las
cosas religiosas. Pero algunos de estos obreros se han separado de
Dios. Han puesto a un lado la religión. No constituye ya un principio
labrado en ellos, cuidadosamente apreciado doquiera que vayan, en
cualquier relación en que los coloquen las circunstancias, ya no les
resulta un ancla para el alma. Quisiera que todos los obreros consi-
deraran cuidadosamente que el éxito, tanto en esta vida como para
alcanzar la vida futura, depende principalmente de la fidelidad en las
cosas pequeñas. Los que anhelan tener responsabilidades superiores
deben manifestar fidelidad en el cumplimiento de sus deberes donde
Dios los ha colocado.
La perfección de la obra de Dios se ve tan claramente en el más
diminuto insecto como en el rey de las aves. El alma del niñito que
cree en Cristo le es tan preciosa como los ángeles que rodean su
trono. “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está
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en los cielos es perfecto”.
Mateo 5:48
. Como Dios es perfecto en
su esfera, puede serlo el hombre en la suya. Todo lo que la mano
encuentre para hacer debe ser hecho con esmero y prontitud. La
fidelidad e integridad en las cosas pequeñas, el cumplimiento de los
pequeños deberes y de los actos de bondad, alegrará la senda de la