Página 605 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

El amor del mundo
601
de familia porque no velan por la familia con amor cristiano, mise-
ricordia y la verdadera dignidad de una vida piadosa y un carácter
semejante al de Cristo.
La solemne y sagrada verdad—el mensaje de prueba que Dios
nos dio para que lo comunicáramos al mundo—nos sujeta a todos y
cada uno de nosotros a la fuerte obligación de transformar nuestra
vida diaria y nuestro carácter para que el poder de la vedad pueda
quedar bien representado. Constantemente, deberíamos tener la sen-
sación de que el tiempo es corto y que los terribles acontecimientos
que ha declarado la profecía tendrán lugar con rapidez. A causa
de que esas verdades no se sienten como reales, nuestra vida no
tiene congruencia con la verdad que profesamos. Muchos entierran
talentos que deberían invertir allí donde obtuvieran ganancias para
devolverlos a Dios cuando diga: “Ríndeme cuentas de tu adminis-
tración”. Moisés fue grande porque usó sus talentos para hacer la
obra de Dios y, en consecuencia se le aumentaron los talentos. Llegó
a ser elocuente, paciente, seguro de sí mismo y competente para
desempeñar la mayor tarea jamás confiada a un mortal. Este es el
efecto sobre el carácter siempre que los hombres se entregan a Dios
con toda el alma y escuchan sus mandamientos para obedecerlos.
La pronta obediencia a las exigencias de Dios da energía vital
y poder al alma. Se hace un trabajo tan persistente como el sol que
alumbra sobre los obreros y sobre aquellos por quienes trabaja. Por
más limitada que sea la capacidad de quien entra en esta obra, la
labor que desempeñe en su humilde esfera será aceptable para Dios.
“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los
cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos.
Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos
en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu
nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca
os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad. Cualquiera, pues,
que me oye estas palabras, y las hace, le compararé a un hombre
prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa;
[607]
y no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera
que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre
insensato, que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y