Página 604 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
cielo descenderá sobre aquellos que sientan la necesidad de ella y la
busquen como se busca un tesoro escondido. Pero si nos sumimos
en un estado de inactividad, si dejamos que el poder de Satanás nos
controle, Dios no enviará su inspiración sobre nosotros. A menos
que ejercitemos hasta el límite las facultades que nos dio, siempre
seremos débiles e ineficientes. La oración y el ejercicio vigoroso de
la mente son necesarios para que podamos prepararnos para hacer
el trabajo que Dios nos encomiende. Muchos jamás alcanzan la
posición que podrían ocupar porque esperan que Dios haga por ellos
lo que Dios les ha dado poder para hacer por ellos mismos. Todos los
que esperan ser útiles en esta vida deben formarse en la disciplina
moral y mental más severa y Dios los asistirá combinando el poder
divino con el esfuerzo humano.
Muchos de los que están en _____ fracasarán porque no avanzan
junto con la obra y no representan adecuadamente la santificación
de la verdad con su vida diaria. No hacen como hizo Moisés y
no se esfuerzan porque su vida alcance el modelo elevado. Si lo
hubieran hecho, ahora se añadirían muchos más a su número y se
gozarían en la verdad. Alejar de Cristo a las almas con nuestra vida
sin santificar es cosa terrible. Nuestra religión debe ser algo más
que una religión de la cabeza. Debe afectar al corazón y luego tener
una influencia correctora sobre la vida. Los malos hábitos no se
vencen con un único esfuerzo. El yo sólo se puede dominar después
de largos y arduos combates. Esta formación debe ser emprendida
por cada uno de los miembros de la iglesia a título individual, los
cuales deberán quitar la basura que se ha acumulado alrededor de la
puerta del corazón antes de que puedan servir a Dios con sencillez
de propósito, adornando su profesión con una vida ordenada y una
conversación piadosa. Sólo entonces podrán enseñar a los pecadores
la verdad y ganar almas para Cristo.
En esa iglesia hay hombres que piensan que deberían enseñar
la verdad a otros y, sin embargo, son exigentes, impacientes y criti-
cadores con sus propias familias. Necesitan que alguien les enseñe
hasta que sean hombres pacientes y temerosos de Dios en el hogar.
Les es preciso aprender los primeros principios de la religión. Debe-
rían buscar a Dios con sinceridad de alma porque han sido flagelo
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para sus familias y granizo desolador que deprime y destruye a sus
hermanos. Tales hombres no merecen que se los considere padres