Página 603 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

Basic HTML Version

El amor del mundo
599
y se ocuparán de pequeñeces hasta que parezcan enormidades. Dios
ha encargado a sus seguidores la tarea de arreglar estos pequeños
[604]
asuntos, que a algunos les parecen tan enormes, para que se encar-
guen ellos mismos de resolverlos. No permitáis que tales diferencias
desafortunadas se eternicen hasta convertirse en fuente de amargura
para la iglesia y muchos se aparten. Cuando Cristo está en el co-
razón, éste se ablandará tanto y se someterá de tal manera al amor
por Dios y los hombres que las murmuraciones, las críticas y las
contiendas dejarán de existir. Con la religión de Cristo en el corazón,
su poseedor ganará una victoria completa sobre las pasiones que
quieren alcanzar el dominio.
Cristo Dijo: “Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia,
y todas estas cosas os serán añadidas”.
Mateo 6:33
. Esta promesa
siempre será cierta. No podemos gozar del favor de Dios a menos
que cumplamos las condiciones que rigen para que se otorgue. Al
hacerlo, alcanzaremos la paz, la satisfacción y la sabiduría que el
mundo no puede dar ni robar. Si como iglesia, queréis asegurar la
abundante bendición de Dios, individualmente, haced de él lo pri-
mero y lo último y dedicadle todos vuestros pensamientos, planes y
acciones. La obediencia a Dios es el primer deber de todo cristiano.
Una mente humilde y un corazón agradecido os elevarán por encima
de las pruebas imaginarias y las dificultades reales. Cuanto menos
sinceros, enérgicos y vigilantes seamos en el servicio del Maestro,
más se recreará la mente en el yo, agrandando los más pequeños hor-
migueros hasta la categoría de montañas de dificultad. Sentiremos
que se nos maltrata aunque no se cometiera ninguna falta de respeto.
La carga de la obra de Dios depositada sobre Moisés hizo de él
un hombre poderoso. Durante años, mientras estuvo al cuidado de
los rebaños de Jetro obtuvo la experiencia que le enseñó la verdadera
humildad. Pero el llamado de Dios encontró a Moisés, y también
nos encontrará a nosotros, ineficiente dubitativo y desconfiado de sí
mismo. La orden de librar a Israel parecía abrumadora; pero, con el
poder de Dios, Moisés aceptó el encargo. Ved el resultado: Su propia
deficiencia no hizo fracasar la obra, sino que la fuerza de Dios lo
llevó a hacer los esfuerzos más sinceros para elevarse y santificarse
para su sagrada misión.
Moisés jamás habría estado preparado para su puesto de confian-
za si hubiera esperado que Dios hiciera el trabajo por él. La luz del
[605]