Página 623 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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La sencillez en el vestir
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comparemos la vida y el carácter con los estatutos y los preceptos
de Jehová y luego corrijamos diligentemente los errores.
Los últimos seis mandamientos especifican los deberes del hom-
bre para con sus semejantes. Aquí se sacan a la luz solemnes obli-
gaciones que cada día pisotean los que profesan guardar los man-
damientos. Los que han recibido la luz de la gracia de Dios, que
han sido adoptados en la familia real, no siempre deberían ser niños
en la obra del Señor. Si aprovecharan sabiamente la gracia que han
recibido, sus capacidades se aumentarían y sus conocimientos serían
más extensos. Asimismo se les confiaría una medida aún mayor
de poder divino. Al llevar a cabo esfuerzos sinceros y bien dirigi-
dos para atraer a sus semejantes al conocimiento de la verdad, son
hechos fuertes en el Señor. Por obrar justicia en la tierra recibirán
la recompensa de la vida eterna en el reino del cielo. Este es el
privilegio de nuestras hermanas. Cuando vemos que usan el tiempo
y el dinero de Dios en una apariencia innecesaria en el vestido no
podemos menos que advertirlas de que están rompiendo no sólo los
primeros cuatro mandamientos, sino que también quebrantan los
últimos seis. No hacen de Dios el supremo objeto de su adoración
ni aman a sus prójimos como a ellas mismas.
Cristo es nuestro ejemplo. Debemos tener el Modelo constan-
temente ante nosotros y contemplar el infinito sacrificio que hizo
para redimirnos de la tiranía del pecado. Si mirándonos en el espejo
nos vemos condenados, no continuemos con nuestra transgresión,
sino que volvámonos y lavemos nuestras vestiduras del carácter en
la sangre del Cordero para que puedan ser sin mancha. Digamos,
como David: “Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley”
Sal-
mos 119:18
. Aquellos a quienes Dios ha confiado tiempo y recursos
para que puedan ser una bendición para la humanidad, pero que han
despilfarrado esos dones innecesariamente, gastándolos en ellos y
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en sus hijos, deberán rendir una terrible cuenta en el mostrador de
Dios.
“Porque he aquí, viene el día ardiente como un horno, y todos los
soberbios y todos los que hacen maldad serán estopa; aquel día que
vendrá los abrasará, ha dicho Jehová de los ejércitos, y no les dejará
ni raíz ni rama”.
Malaquías 4:1
. El mundo incrédulo pronto tendrá
algo en que pensar además del vestido y la apariencia. Cuando la
desgracia y la incertidumbre separen sus mentes de esas cosas no