Página 622 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
por parte de los pobres. Algunas intentan imitar a sus hermanas más
ricas y fruncen, hacen volantes y encordonan telas de calidad infe-
rior para aproximarse tanto como sea posible a ellas en el vestido.
Las chicas pobres, que sólo reciben dos dólares por semana como
remuneración por su trabajo gastarán todos los centavos en vestir
como otras que no están obligadas a ganarse la vida. Esas jóvenes
no tienen nada para poner en la tesorería de Dios. Su tiempo está
tan ocupado en confeccionarse vestidos tan a la moda como el de
sus hermanas que no tienen tiempo para mejorar la mente, con el
estudio de la palabra de Dios, con la oración secreta o con la reunión
de oración. La mente está completamente ocupada en planear cómo
conseguir una apariencia semejante a la de sus hermanas. Para cum-
plir este fin se sacrifica la salud física, mental y moral. La felicidad
y el favor de Dios se depositan en el altar de la moda.
Muchas no asisten al servicio de culto del sábado porque su
vestido parecería muy distinto en estilo y adorno al de sus hermanas
cristianas. ¿Consideraréis, hermanas, estas cosas tal como son y os
daréis cuenta de la gravedad de la influencia que ejercen sobre otras?
Al andar por una senda prohibida inducen a otras a que emprendan el
mismo camino de desobediencia y desviación. La sencillez cristiana
se sacrifica por la apariencia externa. Hermanas, ¿cómo se puede
cambiar esto? ¿Cómo podemos rescatarnos de la trampa de Satanás
y romper las cadenas que nos han atado a la esclavitud de la moda?
¿Cómo recuperaremos las ocasiones perdidas? ¿Cómo pondremos
nuestras facultades en acción saludable y vigorosa? Sólo hay un
camino y es el de hacer de la Biblia nuestra norma de vida. Todos
debemos trabajar honestamente para hacer el bien a los demás,
vigilar en oración, tomar la cruz tanto tiempo olvidada y aceptar las
advertencias y órdenes del que dijo: “Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”.
Mateo 16:24
.
Hermanas en Cristo, miraos al espejo, la ley de Dios, y pro-
bad vuestra conducta con los cuatro primeros mandamientos. Ellos
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definen explícitamente vuestro deber para con Dios. Y cualquier
cosa que tienda a absorber la mente y a distraerla de Dios adopta
la forma de un ídolo. El Dios verdadero y vivo es expulsado de los
pensamientos y el corazón y el templo del alma es manchado con
la adoración de otros dioses. “No tendrás dioses ajenos delante de
mí” (
Éxodo 20:3
), dice el mandamiento. Escudriñemos el corazón,