Página 642 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 4 (2007)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 4
y vil, que rebaja y destruye la verdadera dignidad de la humanidad.
Esos juegos son los más carentes de sentido, los más inútiles, inapro-
vechables y peligrosos usos que puede tener la juventud. Los que
participan del juego con naipes se excitan intensamente y pronto
pierden toda apetencia por las ocupaciones elevadas y útiles. El ser
experto en manejar los naipes, conduce a menudo al deseo de usar
este conocimiento y tacto para obtener algún beneficio personal. Se
juega una pequeña suma, y luego una mayor, hasta que se adquiere
la sed del juego que conduce a la ruina segura. ¡A cuántos ha llevado
esta diversión perniciosa a toda práctica pecaminosa, a la pobreza,
a la cárcel, al homicidio y al cadalso! Y sin embargo, muchos pa-
dres no ven el terrible peligro que amenaza con devorar a nuestros
jóvenes.
Entre los más peligrosos lugares de placer se cuenta el teatro. En
vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como se pretende a me-
nudo, es el semillero de la inmoralidad. Estas diversiones fortalecen
y confirman los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas.
Los cantos viles, los ademanes, las expresiones y actitudes lascivas
depravan la imaginación y degradan la moral. Todo joven que asista
habitualmente a espectáculos, se corromperá en sus principios. No
hay en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la ima-
ginación, destruir las impresiones religiosas, y embotar el gusto por
los placeres tranquilos y las sobrias realidades de la vida, que las
diversiones teatrales. El amor por estas escenas aumenta con cada
asistencia, como el deseo de bebidas embriagantes se fortalece con
su consumo. La única conducta segura consiste en huir del teatro,
del circo y otros lugares dudosos de diversión.
Hay modos de recreación que son altamente beneficiosos para
la mente y el cuerpo. Una mente ilustrada, discernidora, hallara
abundantes medios de entretenerse y divertirse, en fuentes que no
sean solamente inocentes, sino instructivas. La recreación al aire
libre, la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, serán
del más alto beneficio.
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El gran Dios, cuya gloria brilla desde el cielo y cuya mano di-
vina sostiene millones de mundos, es nuestro Padre. Nos basta con
amarlo, confiar en él, como si fuéramos niños en fe y confianza, y
nos aceptará como hijos e hijas suyos, por lo que seremos llamados
herederos de toda la gloria inexpresable del mundo eterno. Él guiará